En una época en la que la mortalidad de los viajes en barco superaba el 50%, echarse a la mar era casi un suicidio. Con causas de lo más lógicas a día de hoy, entre tormentas devastadoras y enfermedades como el escorbuto, para muchos de aquellos marineros lanzarse a navegar por las frías aguas que recorrían la costa de Europa suponía enfrentarse a peligros mucho menos terrenales. De una forma u otra, todas aquellas pérdidas y barcos desaparecidos debían estar relacionadas con monstruos marinos a lo Skull & Bones.
Creada por Olaus Magnus, la Carta Marina es una de las primeras representaciones de la geografía europea. Un enorme mapa de 1,70 metros de ancho por 1,25 metros de largo, especialmente diseñado para las travesías en barco que incluía las costas de Dinamarca, Estonia, Finlandia, Suecia, Islandia, Letonia, Lituania, Noruega y parte de las Islas Británicas. Pero junto a los detallados dibujos del litoral, y el trabajo titánico que supuso crear este mapa durante más de 12 años por este arzobispo sueco, el detalle que más ha trascendido desde su impresión en 1539 es la representación de enormes monstruos marinos vagando sin rumbo y atacando a los barcos.
Pensad que estamos en una época en la que el mundo occidental empieza a interesarse por la ciencia y a buscar sentido a las cosas que le rodean, pero con gran parte de la población sin acceso a la lectura, la mitificación de sucesos reales y el apoyo en la Biblia para dar sentido a misterios por aquel entonces inexplicables, estaba a la orden del día. Que Magnus se apoyase en leyendas de la época para la representación fantástica de peligros de lo más terrenales, y que a través de dibujos el público pudiese acceder a esas mismas historias pese a no saber leer, terminó de aposentar el mito de los monstruos marinos.
Qué eran aquellos monstruos de la Carta Marina
Su representación de aquellos monstruos sentó cátedra y, pese a que sólo se imprimieron unas pocas copias del mapa y estuvo protegido bajo derechos de autor durante 10 años por orden del papa Pablo III, las criaturas siguieron dibujándose en los mapas durante más de 200 años tras la creación de la Carta Marina. Con el paso del tiempo la cartografía dejó de utilizarlos, pero no fue hasta investigaciones recientes que se encontró una relación clara entre aquellos monstruos y animales comunes.
El leviatán y las serpientes marinas terminaron siendo encuentros con especímenes gigantes del pez gato y tentáculos de calamares de enormes proporciones (ejemplo que también sirvió de inspiración para la mitología del kraken), mientras que el resto de bestias terminaron siendo ballenas y orcas con dibujos notablemente exagerados. Para demostrar esto último fue clave un descubrimiento del que en realidad sabíamos muy poco hasta hace apenas unos años.
Las leyendas de marineros hablaban de un monstruo marino gigante que pescaba a sus presas hipnotizándolas y atrayéndolas hasta sus enormes fauces por culpa de un maquiavélico embrujo. Muy presente en representaciones posteriores, especialmente en mapas escandinavos, la ciencia descubrió que, pese a que no habíamos experimentado el fenómeno por resultar poco común entre sus técnicas de caza, en realidad lo que estaba ocurriendo es que las ballenas son capaces de utilizar presas que tienen en su boca para atraer a otros peces a comer. Se mantienen con la boca abierta a ras de la línea de flotación y, como si fuese una red de pesca con un cebo, aprovecha para cerrarla y alimentarse de todos los incautos que se hayan atrevido a entrar.
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