Se le conoce como panoplia de Dendra y, tras ser descubierta en 1060 cerca del pueblo que le da su nombre, en el sur de Grecia, esta antigua armadura se ha convertido en objeto de estudio para cientos de historiadores. Es la única que se conserva de la civilización micénica que luchó en la Guerra de Troya, y es tan estrafalaria que creíamos que era estúpido luchar con ella. Este estudio ha demostrado que no podíamos estar más equivocados.
Los micénicos eran un pueblo de la civilización griega antigua que tuvieron su máximo apogeo entre el 1400 y el 1200 antes de Cristo. Por las historias de la Ilíada de Homero, sabemos que lucharon en la Guerra de Troya y conocíamos parte de sus estrategias de combate, pero nunca habíamos encontrado restos que demostrasen su veracidad. Hasta que llegó la armadura de Dendra, claro.
Una armadura tan sorprendente como formidable
Formada a base de láminas de bronce separadas por tiras de cuero, y dos grandes hombreras sobre las que se apoyaba una suerte de enorme collar, durante años creímos que lo encontrado estaba más cerca de una armadura ceremonial que de una pieza militar. Era demasiado extraña y pesada para resultar cómoda en combate.
Sin embargo, durante una década de estudios, y con la colaboración de 13 soldados de la Marina griega, este grupo de científicos han comprobado hasta qué punto las habladurías sobre la armadura de Dendra eran reales. A pesar de las dudas, ha demostrado ser una pieza militar soberbia.
Además de ser sorprendentemente útil a la hora de frenar posibles ataques de flechas, lanzas y espadas, la armadura ofrecía suficiente movilidad para desplazarse con ligereza, y también era lo suficiente fresca para que luchar en verano no fuese un suplicio. De hecho, el estudio ha puesto a prueba hasta el más nimio detalle de lo relatado por Homero.
Han calculado cuándo y bajo qué temperaturas se realizaron aquellas batallas, han marcado un entrenamiento de 11 horas diarias para simular el desgaste, e incluso han alimentado a los marines griegos con una dieta similar a la que se consumía entonces. En conjunto, la armadura de Dendra ha resultado ser de lo más efectiva.
Frente a las dudas de por qué no hemos encontrado muestras similares de la armadura si tan buenas eran, la respuesta está en el hecho de que darles forma era especialmente caro y, tras terminar la batalla, todas esas placas de bronce podían servir para otras muchas necesidades de la vida diaria. Si hemos podido disfrutar en vivo y en directo de una de ellas, es simple y llanamente porque algún ricachón se la quedó en vez de venderla o fundirla.
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