Siempre he considerado que videojuegos como Dordogne son muy necesarios. Es una aventura muy corta, con unas dinámicas de juego simples y algunas cosillas que no han terminado de convencerme. Sin embargo, tiene una trama en que sus autores han querido encerrar un fuerte mensaje sobre la vida, y podría decirse que es un juego con alma, ya no solo por un apartado artístico sensacional (basado en pintura al óleo), sino porque acabas sintiendo como tuya las vivencias de Mimi, la protagonista.
¿Quién no recuerda esos calurosos veranos de su niñez? Ir a la playa o a la montaña, al pueblo… y vivir mil aventuras a bordo de tu imaginación. Pues de eso va precisamente este juego, de una joven adulta que tras la muerte de su abuela se ve empujada a visitar su casa tras recibir una misteriosa carta. Allí, mientras explora los rincones de un solitario pero familiar lugar, va recobrando las memorias sobre una infancia olvidada. Y lo mejor es que tú, como usuario, acabas prendado del misterio, siendo imposible dejar de recorrer sus capítulos hasta que hallas la verdad sobre lo que sucedió aquel curioso verano.
Una aventura artísticamente sensacional
Dordogne basa su éxito como videojuego en muy pocos aspectos, pero cruciales. El principal y que llama más la atención, es por supuesto su apartado audiovisual. Todo en el juego es muy artesanal, con acuarelas pintadas a mano, siempre con unos tonos cálidos, transmitiendo el colorido de un entorno repleto de naturaleza. Cada escenario que recorres es un deleite para los sentidos, ya sea explorando la casa de la abuela de Mimi, el mercado del pueblo o el río que recorres en kayak. Es imposible aislar este apartado del resto, puesto que ha formado parte fundamental de mi experiencia.
Es más, te diré que es una de las experiencias gráficas más placenteras que he experimentado en los últimos años. Los rayos de sol, casi cegadores, están presentes en muchas escenas. Por su lado, la música y los efectos ambientales contribuyen a transmitir la tranquilidad de la casa de tu abuela, pero también la paz de un entorno natural que es tan agradable que no he tenido más remedio que buscar el enclave de Dordoña en Google Maps por si algún día hago una escapada para visitarlo.
Creo que estas cosas hablan muy bien de lo mucho que transmite el juego, y eso que todavía no te he contado qué es realmente lo que haces aquí. Básicamente, estamos ante una aventura con mucho point and click, en que mueves a Mimi por las estancias de una casa en busca de recuerdos. La historia guía el flujo narrativo, y cuando encuentras un elemento clave, la adulta se traslada a su niñez para recuperar una serie de memorias perdidas. ¿Pero por qué están tan ocultas en su infancia? Esa es una de las cosas que deberás descubrir.
Mientras lo haces, y vas y vuelves de un tiempo a otro, irás hallando pistas sobre un conjunto de encuentros y desencuentros familiares. En la forma me ha recordado a lo que hacen otros videojuegos como What Remains of Edith Finch, usando como recurso narrativo una estructura de flashbacks que jugablemente aporta lo justo. No esperes un gran desafío, ni rejugabilidad. De hecho, las mecánicas son simples, limitadas a ir de un lado para otro, leer unos cuantos documentos y resolver unos sencillos puzzles y minijuegos.
Tienes el típico acertijo consistente en encontrar una clave numérica, un minijuego para preparar el té y, en definitiva, tareas cotidianas propias de una niña en un entorno rural. Las apenas 3 horas del juego no dan para mucho más, y aun así sorprende lo mucho que consigue. Por ejemplo, tienes una cámara para tomar fotos, que luego usas para crear tu propio diario con las pegatinas coleccionables y una serie de frases que puedes escoger para formar tus propios poemas. Es, por así decirlo, el testimonio gráfico y textual de tu aventura, y lo más destacable es que es único para cada jugador. Eso me ha encantado.
Y es que aunque la trama sea la misma para todos, se intenta dar una experiencia personalizada: la sensación de que has vuelto por un momento a tu infancia, en esos cálidos veranos de los que aún tienes vagos recuerdos. Lamentablemente, hay algunas cosillas que han empañado mi experiencia (lo jugué en Nintendo Switch). Por ejemplo, el control a veces no respondía como debía y se hacía algo confuso. También me ha tocado experimentar puntuales problemas de fluidez, además de algún bug (tal vez por no tener aún el parche de lanzamiento), pero siempre fue algo menor y reiniciando el juego se resolvía.
Así que si esto no te detiene, Dordogne me parece un título muy recomendable, aunque debes apreciar este tipo de propuestas más pausadas y narrativas, puesto que jugablemente no tiene acción ni pretende hacer lo que ya hacen un montón de videojuegos. Y en ese sentido, me parece único, una pequeña joya con un mensaje universal que, después de jugar, te hará sentir que hay que apreciar las cosas que nos da la vida.
Dordogne es una historia sobre la vida que fascina por su sorprendente apartado artístico, pero también por un hilo narrativo que te atrapa de principio a fin. Jugablemente es corto, sencillo y sin grandes pretensiones, pero resulta suficiente para darte mucha exploración point and click con algunos minijuegos y unos pocos puzzles. En definitiva, un juego precioso, único en su especie y que sin duda te encantará si eres amante de este tipo de propuestas más reflexivas y pausadas de lo habitual.
Comprar Dordogne- El apartado artístico con dibujos al estilo acuarela es simplemente sensacional.
- La narrativa usa los flashbacks para su estructura y te atrapa de principio a fin.
- Minijuegos y puzles escasos y simples, pero suficientes para dar forma a la aventura.
- Duración de apenas 3 horas, aunque con un mensaje y sensaciones muy poderosas.
- Algunos problemas de rendimiento y funcionamiento en la versión analizada, aunque poco problemáticos.
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