De todas las interpretaciones que alguien podría hacer sobre El Señor de los Anillos, la mayor voltereta de todas es la que abrazó Italia en los 70 cuando convirtió a la obra de Tolkien en la Biblia de la derecha, al Hobbit en adalid del fascismo, y para celebrarlo montaron macrofiestas a lo Coachella donde se hablaba de la lucha contra las hordas de Mordor bajo banderas con la cruz celta.
Pese a que lo de pervertir obras para arrimarlas a tu espectro político preferido ni es nuevo ni tiene los días contados -pocos ejemplos actuales más claros que lo ocurrido con Helldivers 2 en un retorcimiento aún más botarate-, el de El Señor de los Anillos en Italia es, probablemente más que ningún otro, un caso de estudio. Así fue como pasó de aventura fantástica del bien contra el mal a convertirse en símbolo del neofascismo italiano.
Cómo El Señor de los Anillos se convirtió en símbolo de la derecha italiana
Estamos en 1970 y, pese a que El Señor de los Anillos lleva casi 20 años en las tiendas, y a J. R. R. Tolkien le quedan apenas tres años de vida, a las tiendas italianas acaba de llegar por primera vez la traducción de Il Signore degli Anelli. Aquella historia de comunidad y unión entre razas por un bien colectivo, chocó de lleno contra una juventud cansada de la corrupción y el terrorismo político durante los Años de Plomo, pero por alguna extraña razón, lo hicieron desde una óptica completamente distinta a la que cualquiera podría esperar.
La clave para entender cómo Italia saltó de esa publicación a ver cómo en 2022 Giorgia Meloni era presentada ante sus seguidores de la ultraderecha mediante un discurso de Aragorn, pronunciado por el doblador del personaje en la película de Peter Jackson, está en el prólogo de ese libro. En concreto, a lo que escribió el filósofo y ensayista al que le encargaron semejante honor para esa edición, Elémire Zolla.
Marcadamente conservador, lo que planteaba Zolla en aquél prefacio era una visión de El Señor de los Anillos en la que se remarcaba la lucha entre el tradicionalismo de los Hobbit contra el progreso marcado por Mordor. Entiendo que es para perderse un poco, por el camino, pero intentemos aterrizarlo mejor con algunos de los ejemplos que se eligieron para esa errada apropiación política.
La forma de vida campestre de los Hobbit, el retorno de un rey que reclama la corona por derecho divino, Saruman quemando árboles para construir una fábrica de orcos que, a su vez, se ven representadas como tribus extranjeras que vienen a invadir la tranquilidad de la Comarca y terminan siendo más odiadas que las ratas. El tradicionalismo luchando contra el totalitarismo retorcido en un discurso conservador y racista.
Campo Hobbit, el Coachella del neofascismo
Bajo esa distorsionada visión de lo que representa El Señor de los Anillos, uno podría llegar a pensar que tal vez había cierta intencionalidad en la obra de Tolkien, pero nada más lejos de la realidad. Si bien es cierto que su pie se inclinaba más hacia la derecha que hacia la izquierda, el escritor manifestó públicamente en varias ocasiones su rechazo a politizar su obra, y se mostró en contra del fascismo alemán en diversas cartas. Sin embargo, nada impidió que Italia terminase pervirtiendo su obra.
Amparados bajo la idea de una nueva derecha que nada tenía que ver con el fascismo alemán de la Segunda Guerra Mundial, y huyendo de la izquierda que ganaba cada vez más peso a lo largo de Europa tras la victoria de los Aliados, aquella Italia retrógrada miraba aún más atrás para buscar un hueco en una sociedad que abría las puertas a la globalización. No era la derecha ni de sus padres ni la de sus abuelos, quería ser la de sus bisabuelos, marcada por la tradición que reclamaba seguir los pasos de la religión, el trabajo manual y la vida campestre.
En 1977, inspirados en el éxito de Woodstock al otro lado del mundo -el festival hippie que reclamaba paz y amor en plena Guerra de Vietnam a finales de los 60-, aquella Italia y su nuevo -viejo- entendimiento de la derecha, propuso volver a la naturaleza para celebrar la obra de Tokien. Una suerte de Coachella con música, arte y debates alternativos que llevaría por nombre Campo Hobbit. El Campamento Hobbit del fascismo.
Por si las banderas de cuestionable inspiración y los discursos racistas no fuesen suficientes para entender de qué iba la cosa, una legión de tipos musculados con cortes militares y brazaletes con cruces celtas terminaban de redondear una idea que gozó de un generoso éxito pero no llegó a nada. Varias ediciones después, la última en 2017, el Campamento Hobbit sólo sirvió para seguir atando la obra de Tolkien a la derecha italiana de la forma más controvertida y errada posible.
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