La industria del videojuego vive hoy inmersa en una espantosa paradoja que no parece acabar nunca. No paramos de recibir juegos increíbles y a su vez, no dejamos de ver cómo miles de creativos pierden sus trabajos. Porque lo de Xbox, que de golpe y porrazo ha cerrado Arkane Austin y Tango Gameworks, no es sino la terrible filosofía empresarial que se ha instaurado en la gran mayoría de multinacionales. "Pido permiso para ser humano", decía el director de Arkane Lyon; y es un mensaje desolador. Cómo podemos pedir a un equipo de artistas que sean creativos, que traten de impulsar el videojuego creando nuevas formas de entretenimiento, si constantemente viven con miedo a perder sus trabajos porque lo que prima es "maximizar el valor para los accionistas", y no la salud ni el bienestar de los empleados.
Nunca está de más recordar las palabras del añorado presidente de Nintendo, Satoru Iwata, que ya advirtió que despedir empleados "para tener unos mejores resultados financieros en el corto plazo" sería catastrófico para cualquier equipo.
"Su moral disminuirá y dudo sinceramente que trabajadores atemorizados por perder su empleo sean capaces de desarrollar juegos capaces de sorprender a los jugadores" - Satoru Iwata
Xbox se convierte en la peor enemiga de Xbox
Lo que me lleva a hablar particularmente del caso de Xbox. Ponte en la piel de, no sé, la gente de Ninja Theory que está a las puertas de estrenar Hellblade 2, o el equipo de Obsidian, que prepara el RPG Avowed. ¿Qué mensaje les acaba de transmitir Microsoft? Que nadie está a salvo. Que no importa que tu juego sea unánimemente reconocido como uno de los mejores del año, como ocurrió con Hi-Fi Rush, o que hayas sido responsable de auténticas obras maestras como el increíble Prey de Arkane. Si llega el día de hacer cuentas y no has generado millones y millones de dólares en beneficios, despídete, estás acabado. Y es un mensaje demoledor.
Me han hecho recordar los tiempos más oscuros de Xbox
Microsoft acaba de lanzar una bomba en su propia casa con daños colaterales que afectan a la moral de sus propios equipos, y a la de los jugadores mismos, porque al menos a mi, que soy fan de Xbox desde el mismo día que estrenaron su primera consola, me han hecho recordar sus tiempos más oscuros, cuando en lugar de seguir apoyando a todos esos equipos que nos dieron juegos tan maravillosos como Crimson Skies, Age of Empires o Fable, se dedicaron a cerrarlos uno tras otro. ¿El resultado de esa política? Años sin grandes exclusivos porque, vaya obviedad, no había quién para hacerlos.
Un escenario que ya parecía superado bajo el liderazgo de Phil Spencer, que desde hace años se ha dedicado precisamente a reconstruir la vieja Microsoft Game Studios. Tras lo de Tango y Arkane, todo esto se ha ido al traste. Porque se ha perdido la confianza en unos directivos que durante años han hablado una y otra vez de cuidar a los creativos, de apoyar a los equipos sin obsesionarse con los números. Y ahora mismo uno de sus peores enemigos es curiosamente la hemeroteca; porque incluso les hemos escuchado hablar de lo bien que ha vendido Hi Fi Rush, de que "fue un gran éxito". ¿Entonces? ¿Por qué cierran un estudio que ya ha demostrado su valía en el pasado?
Y esto no va solo de Xbox. Hoy han sido ellos, pero hace solo unos días fue Take Two; y no hace mucho más, era PlayStation
Puede que no sean juegos superventas, pero… ¿acaso es ese el objetivo fundamental? Porque de ser así, ahora mismo la gente de Obsidian, Double Fine, inXile Entertainment y muchos más deben estar temblando de miedo. Volviendo a las palabras de Dinga Bakaba, el trabajo de Microsoft es "cuidar a los artistas y a quienes crean este entretenimiento para ayudarlos a crear valor para ti. No nos metáis en vuestros tejemanejes de la fiebre del oro, no nos uséis como muñecos de paja para vuestros errores de cálculo". Si la industria del videojuego reduce a los creativos a simples números en una hoja de cálculo, en unos años, nos vamos a encontrar con un auténtico erial.
Y esto no va solo de Xbox. Hoy han sido ellos, pero hace solo unos días fue Take Two la que cerró varios estudios; y no hace mucho más, era PlayStation la que despedía a cientos. Vivimos una situación dramática y aunque soy por naturaleza bastante optimista, llevamos tanto tiempo leyendo día tras día noticias del estilo, que estoy realmente triste. Y ni tan siquiera los grandes anuncios que están por llegar en apenas unas semanas va a cambiar este estado de ánimo que, desgraciadamente, se ha instaurado muy hondo en el corazón de miles de fans y profesionales del videojuego. O esto cambia, o la historia acabará mal.
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