Todos los aficionados al cine de artes marciales saben que si en una película aparece el actor y especialista Yayan Ruhian, estamos ante un festival de tollinas y obleas de categoría. Kill Boy (anteriormente conocida como Boy Kills World) no defrauda en este aspecto, presentándose como una orgía de ultraviolencia con tintes de videojuego, repleta de hallazgos visuales y momentos impactantes, aunque lamentablemente corre peligro de no trascender lo meramente anecdótico.
Una orgía de ultraviolencia en la gran pantalla
Dirigida por Moritz Mohr, en su debut como director, y con un guion coescrito por Tyler Burton Smith y Arend Remmers, Kill Boy cuenta con un reparto estelar encabezado por Bill Skarsgård, Jessica Rothe, Michelle Dockery, Brett Gelman, Isaiah Mustafa y una casi irreconocible Famke Janssen. La aceptación de la película ha sido mixta entre el público y la crítica en Estados Unidos, donde se estrenó el pasado 26 de abril, siendo descrita como una experiencia frenética. Yo voy a describirla como "completamente pasada de rosca", y aunque tiene grandes ideas muy bien resueltas, sacrifica sus mayores aspiraciones por ofrecer un espectáculo desenfrenado no recomendable para todos los públicos.
En Kill Boy, somos testigos de la historia de Boy, un joven que vive en una ciudad distópica junto a su madre y su hermana menor, Mina. La ciudad está gobernada por la familia Van Der Koy, quienes organizan un evento anual llamado "El Sacrificio", en el cual seleccionan a doce personas para ser ejecutadas en directo en televisión. Tras presenciar cómo su familia es asesinada durante uno de estos eventos, Boy sobrevive, aunque queda sordo y mudo como resultado del ataque. Con el paso de los años, Boy es cuidado y entrenado por un chamán y se embarca en un camino de venganza contra los responsables de la tragedia. La crítica social está presente y señala con cierta sorna un preocupante presente social y político con la sutileza de un martillazo en los dientes.
"Smell like a teen spirit"
Esta producción cinematográfica se sitúa en el límite del cine de serie B, lo cual juega a su favor la mayor parte del tiempo. Kill Boy se entrega por completo a la acción y las peleas más locas, convirtiéndose en una película tan exagerada que va dando tumbos entre lo irrisorio y lo molesto. Sin duda, la más violenta del año. Es el resultado de mezclar Ong-Bak con Los Juegos del Hambre, John Wick, videojuegos de lucha y mucha droga. Si lo juntas todo te sale esta descerebrada producción, o algo que se le parece mucho. La película podría ser el fruto de una idea de tu yo adolescente tras consumir con desenfreno todas las sustancias que el Ministerio de Sanidad recomienda que uses con moderación, junto con todas las que directamente te recomienda que no consumas.
A pesar de su tufo adolescente, de que la trama es predecible y de que el trailer deje ver una de las sorpresas del argumento, Kill Boy logra sorprender con un plot twist inesperado que añade un giro interesante a la historia. Sin embargo, la película se ve empañada por su brutalidad exagerada, que no solo supera el humor visual, sino que llega a resultar simplemente desagradable de ver. No recomendaría ver esta película a nadie que tenga problemas de control de la ira o tendencias violentas, que solo falta ir por ahí dando ideas.
Para el resto de espectadores sin psicopatías, Kill Boy resultará divertida de ver a partir del 3 julio en cines. Es una lástima que a pesar de derrochar personalidad, tanta sangre no permite ver las cosas que hace realmente bien la película, lo que por desgracia tal vez haga que se convierta en un producto olvidable que pase muy desapercibido en la cartelera veraniega.
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