Hay un multimillonario que lleva en el ojo del huracán mucho tiempo, ya sea por las polémicas decisiones que está llevando a cabo en Twitter (X), su política extrema de trabajo en la factoría Tesla, esa pelea con Mark Zuckerberg que ya veremos si sucede algún día, y por supuesto esas excentricidades que podrían calificarse como míticas. Pero no mucha gente conoce la cara B de Elon Musk, una que la define como un amante de los videojuegos, como ha demostrado en más de una ocasión, ya sea desestresándose hasta altas horas de la noche con Elden Ring, o presumiendo de su personaje en Diablo 4.
Es más, seguro que muchos os sorprenderéis al conocer que uno de los primeros trabajos de Musk tuvo que ver con la programación de videojuegos. No fue una carrera prolífica ni mucho menos, y los roles que adoptó fueron más bien menores. Tampoco trabajó para grandes compañías, y el juego que realizó no tuvo la menor repercusión. Sin embargo, es significativo, porque el mandatario ya demostraba interés por esta industria a principios de los años 80, cuando prácticamente nadie imaginaba los millones que se iban a acabar moviendo con el paso del tiempo. Aquí también fue un visionario, aunque sin suerte.
La sorprendente pero nefasta travesía de Elon Musk por los videojuegos
Elon Musk tuvo su gran aventura en el mundo de creación de videojuegos junto a probablemente una de las peores opciones posibles en aquel momento, y eso que la compañía Rocket Science Games apuntaba alto. Se anunciaban a sí mismos como una empresa que combinaba la espectacularidad de Hollywood con el talento tecnológico de Silicon Valley. Todo con el apoyo de la mismísima SEGA, que hizo un ingreso de varios millones de dólares, en parte para abultar el creciente catálogo de su prodigioso Mega CD.
Y lo de "abultar" está bien dicho, porque fueron títulos que nadie recuerda. Con la forma de una película interactiva, Loadstar no lo hizo del todo mal, pero es que Cadillacs and Dinosaurs: The Second Cataclysm fue directamente una vergüenza. Se cuenta que no vendieron unos cuantos miles de unidades. Cuando vieron el lobo venir, pidieron asesoramiento a SEGA, pero ni por esas. Los siguientes juegos (Rocket Jockey y Obsidian) fueron también un desastre comercial y la compañía acabó cerrando sus puertas.
Afortunadamente para Musk, él realmente no tuvo mucho que ver en todo esto desaguisado. Como contaron los responsables en su biografía, solamente se encargó de escribir código de bajo nivel, siendo su tarea principal de hacer drivers que permitieran comunicarse al hardware con el software (vamos, el uso de dispositivos como el CD-ROM, el teclado o el controlador). Una tarea muy técnica, nada que ver con la de planificar niveles, diseñar gráficos o componer canciones.
Se encargó de escribir código de bajo nivel, con la tarea principal de hacer drivers
Después de todo, era un veinteañero probando suerte en una industria que le interesaba. No obstante, lo mejor ocurrió bastante antes, cuando tenía 13 años. Con tan corta edad, ya fue capaz de programar su propio videojuego, todo un logro, el cual era algo así como un clon de Space Invaders. Manejas una nave y tu objetivo es destruir un carguero espacial alienígena. Muy arcaico, muy simple, pero funcionaba. De hecho, alguien encontró el código original (del año 1983) y lo colgó en Internet para disfrute de los más curiosos. Sí, puedes jugarlo.
Musk puso nombre al juego, Blastar, y se lo vendió a una revista especializada en ordenadores de Sudáfrica. Ya demostraba sus dotes como futuro hombre de negocios, puesto que consiguió que le dieron 500 dólares, una suma nada desdeñable si consideramos lo básico que era aquel juego. Pero la cosa no fue a más. El futuro del gurú seguiría otro sendero, el de los coches eléctricos, los cohetes espaciales para llevarnos a Marte, la experimentación con chips cerebrales y la compra de una red social para enfadar a medio Internet.
Genio y figura, que durante esta travesía por el mundo de los videojuegos también dejó patente su excentricidad. El que fue su supervisor manifestó que era alguien inmutable y que acabó haciendo lo que le daba la gana. Desde luego, no hace falta que nos lo repita dos veces. Numerosas voces ya han afirmado que trabajar a su lado es toda una experiencia.
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