Entre todas las grandes películas de ciencia ficción de los años 80, pocas películas logran conjugar acción, crítica social y un icono visual tan poderoso como lo hizo RoboCop. Dirigida por el incombustible Paul Verhoeven, esta película no solo como un clásico del género, sino como un retrato fascinante de la complejidad social y política de su tiempo en Estados Unidos. Más allá de sus secuencias de acción y su inteligente guion, el traje de RoboCop se convirtió en un símbolo estético inolvidable. Pero también un carísimo estorbo para el actor Peter Weller y un auténtico dolor de cabeza para el equipo de rodaje.
Estrenada en 1987, RoboCop se sitúa en un futuro distópico de Detroit, donde la corrupción y la violencia desenfrenada dominan la sociedad. La historia sigue a Alex Murphy, un policía mortalmente herido cuyo cerebro es preservado en la máquina de ley conocida como RoboCop. Más allá de su aparente simplicidad como película de acción, RoboCop guarda una crítica mordaz hacia el corporativismo desenfrenado y la pérdida de humanidad en favor del progreso tecnológico, temas vigentes todavía hoy.
Impresionante, caro y bastante inútil
El diseño del traje de RoboCop, diseñado por Rob Bottin, fue una hazaña técnica y artística que consumió una parte significativa del presupuesto de la película. Con un coste aproximado de un millón de dólares, la creación de los siete trajes utilizados implicó desde moldes corporales del actor protagonista, Peter Weller, hasta materiales innovadores para la época como el poliuretano y la espuma FOAM. Sin embargo, esta maravilla técnica también se convirtió en un verdadero problema durante el rodaje.
Uno de los mayores desafíos fue el casco de RoboCop, diseñado para ser imponente pero que limitaba severamente la visión de Peter Weller. Constantemente chocaba con otros actores y objetos del set. En las escenas donde RoboCop debía conducir su coche patrulla, Weller solo podía usar la parte superior del traje debido al volumen del traje completo, lo cual le obligaba a realizar estas secuencias en ropa interior.
Los guantes de espuma también dieron muchos problemas. Weller tenía dificultades para sujetar objetos tan básicos como su pistola. El extremo de esta situación fue que para la escena en la que RoboCop coge al vuelo las llaves del coche patrulla la escena tuvo que repetirse hasta 50 veces para lograr una toma buena, para desesperación de todo el equipo. El texto debe terminar señalando que tal vez estos problemas compensen el haber creado una obra e culto, pero ahora será difícil que dejes de pensar RoboCop en calzoncillos cada vez que veas la película.
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