¿Quién no ha soñado alguna vez con meterse en las historias de los libros que lee? Sus mundos son tan poderosos que a menudo nos sentimos absorbidos por sus personajes y sus complejos mundos. Curiosamente, esto es lo que en parte propone nuestro medio: participar en las historias. Pero The Bookwalker: Thief of Tales propone ambas cosas: es un videojuego en el que nos sumergimos en seis historias de libros ficticios con un fin, eso sí, algo peculiar. Robar sus secretos.
La razón también es curiosa. El mundo "real" en el que sucede The Bookwalker está dominado por grandes editoriales y los escritores son vigilados para que cumplan las leyes. Al parecer, nosotros no lo hemos hecho y por ello se nos ha impuesto un bloqueo de escritor: unos grilletes que nos impedirán escribir durante 30 años. Para librarnos de ellos, contactamos con una organización que nos pide a cambio robar seis objetos de seis historias distintas.
No hay duda: The Bookwalker tiene una premisa más que interesante. Es fácil trazar el simbolismo entre este mundo gobernado por editoriales que restringen la libertad creativa de los autores, pero el juego no se conforma con eso. Cada viaje a uno de los libros cuenta su propia historia y profundiza en el worldbuilding y en las reglas de su mundo, como por ejemplo el hecho de que algunos objetos del mundo real puedan ser transportados al juego.
La base de The Bookwalker es sólida, pero creo que ha intentado ser demasiado ambicioso. Y cuanto más lo es, más se notan sus problemas. Porque la obra de Do My Best es, en esencia, una aventura gráfica. Controlada con un ratón, examinando los hotspots del entorno y encontrando las pistas y los objetos clave, se construye una buena ambientación. No contiene un diseño especialmente inteligente, o puzles muy planificados, pero entretiene gracias a su atmósfera y su buen planteamiento.
Por ejemplo, en la primera historia se nos encarga la misión de robar la pócima de la inmortalidad que ha creado un misterioso alquimista, y terminamos en unas mazmorras medievales donde nada es lo que parece. Cada paso que damos se nos desvela más de la historia real que oculta el libro, la historia personal del alquimista y cómo funciona su fórmula. No solo eso, sino que el juego se ocupa de introducir detalles que, aunque no tengan consecuencias narrativas, ayudan a dar verosimilitud a la trama, como el hecho de que los cambios que hagamos en el libro quedarán para siempre en la prosa del libro. Ayuda también la inclusión de un misterioso personaje encerrado en una pequeña jaula que nos acompañará en toda la aventura y que conoce la trama de los libros antes de que nos adentremos en ellos.
Demasiada ambición pasa factura
Pero, como digo, el juego quiere ser más. Quizá pensando que no es suficiente con ser una aventura, también tiene que añadir mecánicas de combate y de crafteo. Estas últimas, al menos, ayudan a poder conseguir ciertos elementos que luego se aprovechan en la exploración, pero el combate es algo que sin duda les ha venido grande. Es simple. Más que eso. Un estilo de combate por turnos con pocas opciones y menos animaciones aún, ni siquiera para mostrar a nuestro protagonista atacando.
Pero el estudio ha querido ser más ambicioso aún, y salir también en consolas con un trabajo, a todas luces, a medio acabar. Jugando a la versión de Game Pass en Xbox y PC, la de consola tiene problemas de rendimiento y graves problemas de control. No solo es tedioso acercarse a cada hotspot para ver si hay una reacción, sino que el personaje a menudo se queda bloqueado sin respuesta a los mandos, y lo mismo sucede con el menú. Para más inri, estas versiones de Game Pass solo poseen textos en inglés y en ruso, cuando el juego en Steam cuenta con traducción al español. Ni idea de por qué ocurre esto. La de PC, además, no está exenta de fallos, con textos que se salen fuera de la pantalla, por ejemplo, o un nivel en la nieve en que el pequeñísimo cursor es prácticamente indetectable.
Es una lástima porque si unes esta premisa a un estilo visual muy llamativo tienes un juego realmente sorprendente. Se ha optado por una vista en primera persona para el mundo real y una isométrica muy cuidada para cada mundo literario, que contiene además historias autoconclusivas cuya premisa siempre es interesante. Con todo, y porque valoro mucho este tipo de propuestas y ha conseguido engancharme para saber más de este mundo, voy a seguir mi partida a The Bookwalker, pero sé que voy a sufrirla más de lo necesario, porque me tengo que forzar a ignorar muchos de sus problemas y bugs que me sacan de la experiencia para seguir adelante. Pero tengo la sensación de que, aunque las circunstancias no acompañan, el viaje merecerá la pena.
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