Los fans del manga y del anime pueden estar contentos con la situación actual, en que algunas de las licencias más queridas han recibido auténticos juegazos durante los últimos años. Dragon Ball FighterZ es una maravilla para los amantes de las luchas versus, pero también para los millones de seguidores de la obra de Akira Toriyama. Naruto Shippuden: Ultimate Ninja 4 supone toda una alegría por su gran fidelidad y calidad, obteniendo excelentes críticas por parte de crítica y usuarios. Y lo mismo se puede decir de juegos como One Piece: Pirate Warriors 4, que sin ser un fuera de serie, se las apaña bastante bien.
Hoy hay cantidad y variedad de propuestas, con una demanda muy clara de este tipo de videojuegos. Pero allá cuando era un niño, hacia comienzos de los años 90, la situación era mucho menos ilusionante. Los que teníamos la hora reservada frente al televisor para no perdernos el respectivo capítulo de Bola de Dragón, Campeones o Sailor Moon soñábamos con tener videojuegos acordes. Y no exagero: era un sueño, más cuando las distribuidoras occidentales tenían tan poca confianza en los juegos basados en anime (cuando precisamente estábamos enganchados a un montón de licencias).
El juego de Dragon Ball que traspasó fronteras
Todo empezó en el videoclub de mi barrio, lugar de peregrinación habitual tras las clases. Un buen día vislumbré una caja llena de juegos en lo alto de una estantería. Parecía que acababan de llegar. En la portada no me podía creer lo que veía: una imagen perfecta de Goku con el bastón mágico en la mano y el dragon Shenron al fondo junto a Yamcha, Bulma y compañía. En lo alto el logo oficial de Dragon Ball, y todo en una bonita caja azul de cartón con el sello de calidad de Nintendo. No había duda, esa tarde se venía para casa.
Lo cierto es que ya había visto este juego en las revistas de la época, pero no daba un duro porque llegara a España. De hecho, hoy se sabe que el proceso de importación fue algo rocambolesco. Resulta que todo se lo debemos a los vecinos franceses, que tradicionalmente han tenido una fuerte afición al manga y el anime (probablemente la mayor de Europa). Así que decidieron lanzarse a la piscina… y había agua. Allá por el año 1990 tradujeron el juego al francés y lo comercializaron con la licencia original, todo un logro por aquel entonces.
Para que os hagáis una idea, en Japón este juego apareció en 1986, y a nuestro territorio no llegó hasta 1993, ¡siete años después! ¿Os imagináis eso ahora? Una barbaridad. Yo ya tenía mi NES todavía funcionando en el salón de mi casa, pero había usuarios que ya estaban disfrutando de juegos como Street Fighter 2 en su recién estrenada Super Nintendo. El anacronismo era evidente, pero incluso a pesar de ello, los niños de la época simplemente pensábamos en que íbamos a disfrutar de nuestros personajes manganime favoritos en nuestra consola. Era algo novedoso. Una locura.
No te voy a ocultar que Dragon Ball: Shenron no Nazo (título en japonés) se veía como lo que era: un juego de comienzos de la NES, cuando apenas se había exprimido su potencia de hardware. Como tal, resultaba bastante arcaico en muchos aspectos, desde la jugabilidad a los gráficos. Pero el sprite de Goku estaba logrado, tenía animaciones chulas, daba puñetazos contundentes y encima en algunos momentos de la aventura podías escuchar el tema principal de Dragon Ball (el resto era una banda sonora bastante genérica). ¡Nada mal!
La línea narrativa seguía vagamente algunos de los eventos del manga y del anime originales, pero desde luego muy lejos de lo que puedes tener en un juego actual basado en la licencia. No obstante, disfrutar de algo así era una novedad por aquel entonces, y en lugar de enfadarnos no parábamos de hablar del juego en los recreos. Era una aventura muy simple. Cada nivel consistía en correr escenarios desde un punto a otro, librando por el camino un montón de combates y algún que otro enfrentamiento final (estos al más puro estilo versus).
Es un milagro que lo recibiéramos, y más en ese estado (tal y como se lanzó en Japón). Lo digo porque en EEUU recibieron una versión adaptada, sin licencias. Un auténtico esperpento, vaya. Solo tienes que verlo. Allí recibió el nombre de Dragon Power, y en la portada se cambió la imagen de Goku por la de un karateka de aspecto bastante aleatorio. No había ni rastro del tema musical original, y aunque podías distinguir a los sprites que representaban a personajes como Bulma, la realidad es que jugarlo así era un bajón enorme.
Aunque este fue uno de los casos más sonados, ocurrió algo similar con Tecmo Cup, también de NES. Lo recuerdo como un espléndido videojuego, pero a nosotros nos llegó sin la licencia original, que representaba a los jugadores de Captain Tsubasa. Las distribuidoras de aquel entonces tenían miedo al manga y el anime, como si aquí fuéramos alérgicos a los diseños con pelos de colores y ojos saltones. Una lástima que ya no tiene remedio, pero que sin duda pone de relieve la realidad de los años 80 y parte de los 90, hasta que finalmente se dieron cuenta de la situación.
¿Viviste esto? ¿Te ha sorprendido? Cuéntame en los comentarios si has experimentado una situación similar y si te parece que hemos ido a mejor en lo referente a los videojuegos basados en anime. ¿Nos encontramos en una buena situación o consideras que queda aún trabajo por hacer?
En 3DJuegos | El mayor temor con Dragon Ball Z: Budokai Tenkaichi 4 es que sus contenidos acaben cayendo en la pesadilla de los DLC
En 3DJuegos | Es lo más raro y atrevido que he jugado este año, y nunca pude imaginarme que pudiese gustarme tanto
Ver 0 comentarios