Dentro del género del terror, si bien es verdad que hay muchísima variedad, también tenemos influencias bastante claras de algunos de los nombres más veteranos del panorama. Apoyarse en ellos no solo no es malo, sino que da posibilidad a explorar estilos de horror muy diferentes, y esta es la semilla que germinó el nombre de Daymare. Ahora, 4 años después de su primera parte, he podido jugar a su precuela, Daymare 1994: Sandcastle, un juego de luces y sombras con potencial para conquistar.
Si no conoces la historia de Daymare, es un proyecto que nació de la devoción y pasión sentidos hacia una franquicia en concreto: Resident Evil. Habiendo sido su primera parte concebida como un remake por fans de Resident Evil 2, Capcom optó por pararle los pies al equipo —por razones obvias, viendo la trayectoria que ha seguido la empresa—. Lejos de arrojar la toalla, Invader Studios decidió seguir hacia adelante con su propia visión y crear Daymare: 1998. En 2023, el equipo independiente busca evolucionar su fórmula con la ambición como arma. Pero, ¿lo consigue? La respuesta es complicada y depende no solo de ellos, sino también de ti.
El origen del terror es cinemático y misterioso
Esta precuela, como bien indica su nombre, sitúa la acción 4 años antes que la del juego original. Daymare 1994: Sandcastle nos pone en los pies de Dalila Reyes, una antigua espía del gobierno que ahora participa en operaciones encubiertas dentro de una unidad militar llamada H.A.D.E.S. Preparada prácticamente para todo, su misión no será moco de pavo: infiltrarse en el Area 51 para investigar qué es lo que ha ocurrido allí, por qué han cesado sus comunicaciones y recuperar, también, información confidencial. Ninguno de los miembros de este batallón estaba preparado para lo que acecha en estas instalaciones del gobierno.
La historia del juego, tanto a nivel argumental como en su presentación, es sin lugar a duda lo que más me ha gustado de todo su ofrecimiento. Con mucho talante cinemático y giros de guión centrados en conspiraciones gubernamentales, me recordó a algunos de los compases de Metal Gear Solid —salvando mucho las distancias, porque a nivel cualitativo no diría que esté a la altura de las obras de Kojima—. Si a esto le sumamos que cuenta con unos personajes simpáticos, carismáticos y fáciles de apreciar, nos queda un paquete disfrutón a nivel narrativo. No rompe el molde ni quiere hacerlo, y ese es uno de sus puntos fuertes. Lamentablemente, si bien su historia y la manera de contarla me han gustado, es en sus secuencias de acción donde el juego empezó a decepcionarme.
Una premisa (relativamente) subversiva
Cuando pienso en comienzos de survival horror, siempre recuerdo los comienzos de grandes clásicos. La progresión de Resident Evil, por ejemplo, es muy icónica. Empezar el juego rodeado de tensión con una pistola en manos para acabar convertido en todo un experto armamentístico en los compases finales del juego es más que satisfactorio, pero también típico a estas alturas. Daymare 1994 le da la vuelta a la tortilla haciendo que ya tengas todo tu arsenal desde el principio. La indefensión no viene de tu falta de poder armamentístico, sino de los enemigos que quieren tu cabeza. Pensándolo fríamente, sería raro que una agente de H.A.D.E.S no estuviese carga de recursos para lidiar con sus enemigos, aunque aquí empiezan a mostrarse sus debilidades.
Sobre el papel, este planteamiento no tiene por qué ser malo. Me gusta que Daymare, aunque haya nacido de Resident Evil, se desligue de su padre no oficial para probar cosas nuevas. El problema viene cuando mezclas este enfoque con ideas que se sienten a medio cocinar. La partida empieza y termina con las mismas dos armas en tu inventario: una escopeta y una metralleta. Si bien es verdad que, a lo largo de tu misión, vas a encontrar algunos objetos para mejorarlas, a nivel jugable eso se traduce en pocas novedades, algo que podría salvarse con un elenco de enemigos variado y que te pidiese innovar en tu acercamiento a las peleas. Lamentablemente, este tampoco es el caso, pues puedes contar todos los tipos de contrincantes que vas a hallar con los dedos de una mano, y tampoco es que revolucionen el bucle jugable del título a medida que se van presentando.
Otro aspecto donde el survival horror sufre en comparación con otros congéneres es en su exploración. Los niveles son lineales, muy directos y a veces algo formulaicos. Aunque su atmósfera sí que acompañe, poco hay de esa tónica laberíntica que caracteriza a los máximos exponentes del género. Si a esto le sumamos puzles no muy presentes, parecidos entre sí y excesivamente fáciles, lo que nos encontramos es con un título a medio camino entre los shooters y los survival horror que no parece apostar con fuerza y confianza por ninguna de sus dos vertientes.
La nota positiva aquí la da el cañón de nitrógeno líquido que encuentras al comienzo de tu aventura, que hace las veces de hilo conductor de la aventura. No solo siendo usado en los enfrentamientos, sino también como elemento a la hora de resolver acertijos, tendrás que usarlo de varias maneras diferentes: interactuar con piezas de puzle, apagar fuegos que veas por los niveles y congelar enemigos hacen que sea un elemento que se siente omnipresente y variable. Eso sí, su mayor uso será este último, y es que va a ser crucial utilizarlo con inteligencia si quieres sobrevivir.
Tu cañón no tiene munición ilimitada, sino que se va regenerando con el tiempo. Será tu deber hacer los malabares necesarios para no quedarte sin munición, aprovechar las cualidades del cañón, mantener su carga lo suficientemente alta como para no quedar vendido ante un ataque sorpresa y acabar con todas las amenazas que tengas a tu alrededor. Si a esto, además, le sumamos un árbol de mejoras que te dará nuevas habilidades —tanto ofensivas como defensivas, pero todas dependiendo del mismo medidor de nitrógeno— el planteamiento, a falta de otras palabras, es brillante. Soy muy fan de tener que gestionar recursos de diferentes naturalezas y fuentes para poder llegar a buen puerto. De nuevo, es la ejecución la que patina, y esto es una verdadera lástima.
La nota negativa la da el combate, y pesa como un muerto
Prácticamente todo lo negativo que tengo que decir sobre Daymare está enfocado en un aspecto troncal del mismo: sus combates. Tras haber andado de puntillas a su alrededor, ¿cuál es el problema de este elemento? Ojalá no fuera así, pero las costuras se ven casi desde el minuto 1. Los contrincantes no son interesantes ni a nivel mecánico ni a nivel estético. Siendo básicamente zombis eléctricos que se abalanzan sobre ti, tienes dos posibilidades: dispararles directamente, congelarlos y dispararles o congelarlos y acabar con un golpe letal. Si bien es verdad que vas a necesitar hacer esas cábalas que mencioné antes para mantener todos tus recursos a un nivel aceptable, el problema es que la acción no solo no es interesante, sino que normalmente es simple y llanamente frustrante.
Con monstruos extra que aparecen de la nada fuera del rango de tu cámara, un sistema de movimiento que es tan básico como frustrante por su falta de técnicas evasivas, agarres que pueden suceder en cualquier momento y acabar con tu partida de manera instantánea y, simple y llanamente, variedad nula en cuanto al segundo-a-segundo de las peleas, al final el apartado jugable de Daymare: 1994 Sandcastle se convierte en un requisito a cumplir para seguir la historia y ver a dónde lleva en vez de ser una parte disfrutable y divertida del mismo. De no ser por las ganas que tenía de ver su historia, algunas de las secuencias de acción de este título podrían haber hecho que me rindiera con él, algo que me entristece decir porque el resto del paquete sí me ha gustado.
Tecnología modesta, pero usada con maestría
Lo que no me ha decepcionado ha sido, sin lugar a dudas, su apartado técnico. Aquí es donde se nota que estamos ante un doble A de manual, con lo que no te esperes grandes florituras y unos gráficos que vayan a redefinir tu entendimiento de los videojuegos, pero es que a lo nuevo de Invader Studios no le hace falta esto. Con los recursos que tiene, el equipo ha conseguido crear una atmósfera densa y, francamente, muy acertada para el espíritu general del título. Especialmente, la iluminación pone muchísimo de su parte para crear planos atrapantes y hacerte sentir que de verdad hay algo ahí esperándote.
El diseño de sonido, por último, es algo en lo que no suelo pararme a pensar cuando juego a algo, pero que siempre me gusta evaluar en un survival horror. En este caso, ayuda a potenciar la ambientación que vas a tener ante ti de manera más que aceptable. No hace ninguna locura, no es Hellblade: Senua’s Sacrifice, pero sí que demuestra que, a la hora de asustar y hacerte sentir vulnerable ante lo desconocido, Daymare sabe jugar sus cartas con maestría e ingenio.
En cuanto al rendimiento en PC, es justo lo que cabría esperarse de este juego. A 1440p con una NVIDIA RTX 3060 Ti, un procesador Ryzen 7 5800X3D y 32 GB de RAM DDR4 a 3200 MT/s, mi tasa de frames variaba entre los 100 y 80 con todas las opciones en ultra y DLSS activado. Si lo juegas instalado en un disco duro, es posible que en algunas zonas experimentes bajones grandes muy breves —y muy espaciados entre ello—, algo que desapareció en el momento en que cambié mi carpeta de instalación a un SSD SATA común y corriente, sin necesitar para nada utilizar NVMe.
En pinceladas gordas, ¿qué opino de Daymare: 1994 Sandcastle? Soy consciente de que este análisis ha sido duro por un lado y muy cálido por otro, y es que es un juego que me llena de emociones contradictorias. Al final, aunque me haya frustrado sobremanera en sus segmentos jugables, quiero cerrar este texto con una nota más positiva que negativa. Si eres forofo del género y no eres muy exigente con el combate, el nuevo Daymare tiene los ingredientes para poder convertirse en un título que disfrutes. Por otro lado, si eres de los más exigentes y lo que quieres es la excelencia jugable, aquí no la vas a encontrar. Al final, con títulos tan desiguales, todo depende de lo que busques.
Daymare: 1994 Sandcastle tiene ideas buenas, muy buenas incluso, pero también problemas que lo lastran. Su falta de variedad en lo jugable es algo difícil de ignorar, pero debajo de eso lo que nos encontramos es un juego de terror original y con muchas razones para seguir adelante. Una trama interesante, una ambientación muy lograda y unos personajes disfrutones pueden ser el motor que necesitas para ignorar sus problemas. Con altos muy altos y bajos muy bajos, es un juego que me cuesta recomendar, pero que creo que los amantes del género podrán disfrutar si consiguen abstraerse de sus fallos. Pese a ellos, Daymare tiene mucho que ofrecer.
Comprar Daymare: 1994 Sandcastle- Es precuela de Daymare 1998 y se disfruta mejor si lo has jugado, pero no es obligatorio hacerlo.
- El combate flojea, pero en general es un juego con ideas muy originales y ambiciosas.
- Prácticamente no hay gestión de inventario, no vas a tener que hacer malabares para que quepan todos los objetos que encuentres.
- Tiene varios extras a desbloquear entre los que hay skins para armas y arte conceptual la mar de chulo.
- También hay coleccionables en la partida, lo que le da una cierta rejugabilidad, aunque la linealidad de los niveles hace que esta sea difícil de justificar.
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