Todas las compañías pasan por momentos complicados en algún momento de su historia. Recuerdo muy bien la época en que Electronics Arts fue popularmente apaleada por su conservadurismo hasta que empezaron a lanzar títulos originales como Mirror's Edge o Dead Space. También cuando Ubisoft comenzó a decepcionar a los usuarios con el cuestionable acabado de sus juegos, llevando a que la saga Assassin's Creed replanteara su política de lanzamientos.
Existen muchas compañías que han estado alguna vez en el ojo del huracán: Activision, Nintendo, Sega, Square Enix, Sony… Pero si hay una que recuerdo con un sentimiento especial es Capcom. Siempre ha sido una de mis empresas favoritas, puede que por mi predilección hacia algunas de sus marcas, como son el caso de Megaman, Ace Attorney y sobre todo Okami. Sin embargo, es justo reconocer que la compañía japonesa tuvo algunas decisiones cuestionables a lo largo de su historia más reciente, a veces vinculadas a los polémicos micropagos, y otras a movimientos empresariales poco afortunados.
La caída y resurgir de Capcom
Podría decirse que la pérdida de confianza hacia Capcom comenzó con la crisis general de los estudios japoneses, que no supieron adaptarse a la llegada de la alta definición (PlayStation 3 y Xbox 360), así como todo lo que implicaba adoptar nuevos motores gráficos y equipos de desarrollo más numerosos. La solución pasó por externalizar proyectos, algo con no pocos riesgos, dando lugar a títulos tan regulares como Bionic Commando (2009), Dark Void (2010) y más tarde un DmC (2013) que aunque convencía en lo jugable, fue muy criticado por su distanciamiento con respecto a los juegos anteriores.
Capcom necesitaba frenar y replantear toda su estrategia
A estos proyectos se unió el descalabro conceptual que significó un Resident Evil 6 (2012) que se despojó totalmente de la identidad de la serie, un Lost Planet 3 (2013) que pasó sin pena ni gloria… y un Street Fighter V (2016) que tuvo un lanzamiento catastrófico por una escasez injustificable de contenidos. Fue ese mismo el año en que Dead Rising 4 nos demostró la involución de la saga y en que Umbrella Corps nos hizo ver que las cosas podían ir todavía a peor. Capcom necesitaba frenar y replantear toda su estrategia. Por suerte, lo hizo.
Aún recuerdo que, una vez, durante un evento internacional en Capcom, un representante me comentó que en las oficinas de Osaka eran muy conscientes de la situación. En especial, parece que a la compañía japonesa le preocupaba la saga Resident Evil, y estaban preparando algo muy grande. RE7 es para mí el punto de inflexión de la compañía, un juegazo con mayúsculas que ha supuesto el renacimiento de la famosa franquicia con un renovado concepto survival horror. RE8 confirmó las buenas sensaciones con otro título ejemplar. Ambos, además, han cosechado grandes éxitos no solo de crítica, sino de ventas.
Pero no fue la única saga que experimentó un resurgir brutal. Monster Hunter World se abrió a nuevos jugadores e inició una senda de renovación que se hizo todavía más visible en Monster Hunter Rise, que logró algo que la serie necesitaba urgentemente: experimentar. Por el lado contrario, Devil May Cry se dejó de experimentos y recuperó su esencia hack 'n slash más pura para darnos un DMC5 simplemente espectacular en que ningún fan podía quejarse de nada. Simplemente apoteósico.
Así hemos llegado hasta la actualidad, en que hasta los remakes le salen como nunca a Capcom. Solo hay que ver lo que hicieron con RE2, RE3 y sobre todo RE4, recuperando auténticos clásicos de una manera magistral. La guinda del pastel la tenemos en Street Fighter 6, que ha aprendido de los errores para darnos un juego de luchas sobresaliente (y desde el primer día, no como ocurrió como con su predecesor, que tuvo que luchar para salir a flote).
El panorama actual y futuro de la compañía de Osaka es prometedor. La reciente apuesta por el RE Engine está dando sus frutos y en el horizonte tenemos proyectos tan ilusionantes como Pragmata, Kunitsu-Gami y Dragon's Dogma 2. Es el ejemplo perfecto de compañía que ha pasado de tener una crisis reputacional preocupante, a recuperar el brillo que antaño significaba su logo. Es, desde luego, un motivo de celebración, y a mí como seguidor de sus marcas me hace mucha ilusión saber que están en forma y que hay altas probabilidades de que siga creando videojuegos de la más alta calidad. Este es el camino.
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