La leyenda la cita como la espada de Durandarte, un arma indestructible del siglo VIII que perteneció al héroe Roldán, paladín y sobrino de Carlomagno que, para protegerla de los vascones que le perseguían, clavó la espada en el muro del Santuario de Rocamador para que no pudiera ser encontrada por estos. 1.246 años después, ha desaparecido sin dejar rastro.
Un robo tan misterioso como absurdo
Aunque cabe apuntar que la espada original se encuentra a buen recaudo, o al menos todo lo original que pueda ser un arma que según dicen contenía un diente de San Pedro, sangre de San Basilio, cabellos de san Dionisio, y un recorte del manto de Santa María; las autoridades no consiguen explicarse qué ha podido ocurrir.
Incrustada en la roca y encadenada a la misma a 10 metros de altura, la espada era uno de los emblemas de la preciosa ciudad gala (os recomiendo encarecidamente visitarla, con o sin espada) y uno de sus principales reclamos turísticos, por lo que resulta aún más sorprendente que alguien haya podido hacerse con ella con tanta facilidad y sin dejar rastro.
Demasiadas molestias para una copia de 80 centímetros de largo que lleva toda una vida sin haber sufrido ningún conflicto y que, tras el robo producido entre la noche del 21 y el 22 de junio, ha desaparecido dejando a los habitantes del pueblo sin uno de los grandes símbolos de la cultura francesa del medievo.
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