El lanzamiento de Pokémon Escarlata y Púrpura ha venido acompañado de muchas burlas, y con razón. Los problemas técnicos han afeado un lanzamiento muy esperado, y esto es especialmente hiriente por ser Pokémon. Las marcas que amamos, como la propia Pokémon, Final Fantasy o Dragon Quest nos tienen secuestrados. Al haber vivido aventuras maravillosas gracias a ellas, queremos tener lo antes posible sus nuevas entregas. Y eso nos lleva a merendarnos todos los problemas técnicos que toquen por comprar las cosas el primer día. Sin embargo, ni todas esas cagadas juntas harán malo a un videojuego, nunca. Me explico. Acompáñame hasta el final antes de despellejarme en los comentarios.
Este artículo no va de perdonarle la vida a Pokémon Escarlata y Púrpura, faltaría más; los deberes hay que hacerlos y no valen excusas. Lo que quiero decir es que, por lo general, le damos demasiado peso a lo técnico de cara a la galería, a las redes sociales. Somos todos muy dados a criticar, a señalar con el dedo ese bug, ese fallo en la textura o ese montón de glitches en un videojuego que ha salido regular, pero eso no nos impide jugarlo hasta el final.
A mí esto me ocurrió con Fallout: New Vegas. Lo compré de lanzamiento porque Fallout 3 me secuestró el corazón. Necesitaba lo siguiente de la marca, y caí. New Vegas fue una fantasía de bugs, casi al mismo nivel que lo visto con el lanzamiento del nuevo Pokémon. Y por supuesto que me molestaron, pero no me impidieron tragarme el juego con una sonrisa desde el principio hasta el final.
¿Qué tienen los videojuegos de mágicos que nos hacen perdonar los problemas?
Me enfrenté a asaltadores que volaban por los aires, charlé con PNJ cuya cabeza daba vueltas, y me caí por más de un suelo invisible. Sin embargo, ahora que ya han pasado no sé cuántos años de aquella vez, no recuerdo todos esos fallos. De lo que me acuerdo es de que la aventura me gustó mucho. Algo parecido me ocurrió con Demon’s Souls y con Deadly Premonition. Benditas dos desgracias de juegos benditos.
En el caso de estos dos juegos, los fallos técnicos no eran por haber lanzado al mercado un producto mal testeado. El problema era que ambos tenían decisiones cuestionables. Las cajas de impacto del juego de From Software eran reguleras, qué difícil era saber si te podías caer de un sitio o no… Eso, y tantas otras cosas, espantaron a más de uno. Y lo de Deadly Premonition fue para nota. El mítico juego de Swery tiene tiempos de carga donde no debe, un control irritante, repetición tras repetición… Vamos, un caos. Pero cuando lo recuerdo lo hago con una sonrisa.
Con Pokémon Escarlata y Púrpura ocurre un poco lo mismo. El día de su lanzamiento, todo fueron memes en Twitter; y algunos muy divertidos. Sin embargo, a medida que pasaron los días, todos los creadores de contenido decían cosas como: "es un desastre pero qué divertido", "es el mejor juego de Pokémon y me lo estoy pasando genial pese a los gráficos”, "me encanta jugarlo pese a los fallos". Insisto en que esto no va de perdonarle la vida a un juego ni a una compañía multimillonaria a la que no le debo nada. Porque Nintendo y Game Freak lo han hecho fatal, y es para quitarle la custodia de Pikachu. Mi intención con este texto es otra.
Lo que yo alabo es esa magia propia del videojuego, ese “algo” especial que es lo que nos acaba llegando al alma y que es difícil de explicar. Nuestro medio tiene un poder que logra que una experiencia de juego acabe siendo positiva pese a que los gráficos fallen, pese a los problemas técnicos o pese a según qué desastres en el desarrollo. Por supuesto, si todo va sobre ruedas, es una maravilla, pero no consigue nunca ser una barrera infranqueable que nos separa de ese "algo".
Al final, con lo que nos quedamos es con la experiencia
Por supuesto, hay para personas que estas barreras son puntos de no retorno. Hay gente que si un bug le muerde el culo, no volverá jamás a ese videojuego, pero a mí siempre me ha gustado aceptar el fallo, abrazarlo y apadrinarlo siempre que ese juego respira ese "algo". Es casi como un compromiso místico. Él juego te mira a ti, tú lo miras a él y le dices "sé que eres una mamarrachada imperfecta, pero eres la mamarrachada que me estás haciendo vibrar. Te acepto. Juguemos".
Y podría decir que ese "algo" es la jugabilidad, pero no es cierto. La jugabilidad de Deadly Premonition es un desastre. Quizás es por la historia, pero sé que tampoco lo es. La de Fallout: New Vegas no es la más brillante. ¿Es la narrativa entonces? Pues no lo creo, porque felices desastres como Metal Gear Solid V o Final Fantasy XV la tienen regular, y los he aceptado igualmente con todo el cariño de mi corazón. Porque hay "algo" más por encima de todo eso, y ese "algo" es el gran misterio del videojuego; el misterio imposible de resolver y que todos amamos de una forma u otra.
Es fácil reconocer a los que este misterio nos tiene embobados. Se sabe quiénes somos porque amamos esos videojuegos que obtienen una nota de 5 en un medio y de 9 en otro. Una revista le pone un 5 castigando su apartado técnico con razón, pero la otra le pone un 9 admirando la experiencia vivida, también con razón.
Esta cuestión es el germen y la respuesta a la pregunta: ¿el videojuego es producto o cultura? ¿Es un chisme o es una experiencia? ¿Es un pasatiempo o es algo más? Porque lo gracioso es que es ambas cosas siempre, es una dualidad en tensión. Es un producto, por lo que tiene que estar bien rematado, pero también es una pieza de cultura que experimentamos, por lo que ha de hacernos sentir algo. Y si solo es buen producto es genial, si es solo buena experiencia también. Y a veces es las dos cosas a la vez, y entonces es excepcional. Es Super Mario 64, Metal Gear Solid 3 o Portal.
Cuando producto y experiencia son perfectos, menudos videojuegos salen
Pero que sean excepcionales es raro. Por eso, cuando llegan a mis manos videojuegos con las cagadas técnicas de Fallout: New Vegas siempre pienso: mal producto, buena experiencia, juego de 5, juego de 9. Lo interesante es que lo primero se puede solucionar. Nintendo ya ha lanzado un parche que mejora a Pokémon Escarlata y Púrpura como producto, y seguro que salen otros tantos porque aún queda trabajo.
Porque, con el tiempo, el producto se vuelve mejor, se arregla. Y yo por eso he aprendido dos cosas. La primera es a no comprar videojuegos de lanzamiento. La segunda es que las cagadas técnicas nunca harán malo a un videojuego, porque lo que vives ahí dentro, sientes y disfrutas, siempre estará ahí. Eso no cambia. Desde que llegué a esta revelación, vivo mejor y soporto más las iras de Twitter. Aunque la parte de producto esté rota, si la experiencia es buena, ese “algo” se manifiesta. Y ese “algo” es videojuego.
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