Hace unas semanas estuve probando a fondo Lenovo Legion Go, una máquina destinada a jugar y que trata de hacer competencia a otros sistemas como Asus Rog Ally o Steam Deck. Se trata de PC consolizados que recogen una tendencia popularizada por Nintendo Switch, al proporcionar una naturaleza híbrida de juego, con posibilidad de conectar la máquina a tu televisor, pero sobre todo de disfrutar de un extenso catálogo de videojuegos de forma portátil.
Tengo que decir que la experiencia me gustó, y me parece que es una tendencia que tendrá continuidad. Son muchas las virtudes, principalmente relacionadas con el hecho de disfrutar de la compatibilidad de los PC en un entorno portátil, lo cual conlleva una tremenda versatilidad a la hora de experimentar décadas de videojuegos, desde lo más retro a lo más moderno, además de una extensa variedad de plataformas, como Steam, Epic Games, GOG o Prime Gaming. Sin embargo, me he dado también cuenta de sus inconvenientes, que no son pocos: poca batería, ruido de ventiladores, sobrecalentamiento... Todo esto me ha hecho reflexionar y valorar todavía más lo bien que lo hizo Nintendo con Switch hace siete años.
Buscando el equilibrio portátil perfecto
Nintendo Switch apareció en marzo de 2017, y ya por aquel entonces poseía un hardware que no era puntero. El chip Tegra X1 de Nvidia era una excelente solución de portabilidad, una tecnología tremendamente eficiente, pero también altamente limitada en lo que se refería al procesamiento gráfico. Sin embargo, diseñar una consola portátil no es sencillo. Los fabricantes deben lograr un equilibrio entre portabilidad, eficiencia y potencia… algo que en muchas ocasiones se convierte en una tarea titánica.
No me cabe la menor duda de que a todo el mundo le gustaría jugar a Cyberpunk 2077, Starfield o Hogwarts Legacy a la máxima calidad y con 60 frames estables. Al mismo tiempo, queremos un mínimo de 3 horas de batería, que el dispositivo haga el mínimo ruido y a ser posible que tenga un precio ajustado. Pero eso es imposible, o al menos actualmente no existe la tecnología necesaria para que resulte algo viable. Esa es la principal razón por la que hay que hacer lo que conocemos como sacrificios.
A este respecto, Nintendo tiene cátedra… y Gunpei Yokoi fue su maestro. El diseñador japonés fue el artífice de la mítica Game Boy, una consola portátil de bajo potencial gráfico, pero cuya batería podía darte partidas durante cerca de 10 horas y además contaba con el tamaño adecuado como para llevártela de viaje. A pesar de sus evidentes limitaciones técnicas, con una pantalla monocromática en la que a veces podía costar ver lo que estaba ocurriendo, logró vender cerca de 180 millones de unidades y convertirse en un paraíso para los desarrolladores, que llegaron a hacer auténticas virguerías.
Es el ejemplo perfecto de la filosofía de pensamiento lateral de Yokoi: crear aparatos sorprendentes con tecnología asequible. Nintendo Switch nació exactamente bajo la misma premisa. Es una consola que se planteó con un hardware más limitado que sus competidoras (PlayStation 4 y Xbox One), pero su carácter híbrido marcó la diferencia y la hizo destacar dentro de un escenario que Nintendo controlaba a la perfección. No obstante, hay algo aún más importante: es una consola increíblemente equilibrada.
La batería de Switch puede durar cerca de 3 horas en la mayor parte de situaciones. La pantalla ofrece unos resultados decentes, sobre todo en su versión OLED. El nivel de ruido de sus ventiladores es bajo la mayor parte del tiempo. No se sobrecalienta en exceso. Pero sobre todo los componentes están perfectamente estudiados para que resulte barata de producir (y también de vender). Para mí no hay discusión. Cuando ves cómo Asus o Lenovo plantean sus máquinas, el equilibrio no es tan bueno. Son como bestias metidas en jaulas que les quedan pequeñas.
Obviamente, Switch tiene sus problemas, en particular con unos Joy-Con que han presentado errores de fabricación. No obstante, por casi todo lo demás es una consola portátil ejemplar, en que cada componente posee una relación calidad-precio-eficiencia muy ajustada. Y la pregunta que podríamos hacernos es si merece más la pena algo así que una bestia consolizada en que la batería se esfuma en una hora y pone los ventiladores al máximo.
A este respecto, considero que Steam Deck es una de las máquinas que mejor han comprendido este concepto de portabilidad, ofreciendo un dispositivo con unas características bastante equilibradas. Su pantalla no es la mejor del sector, pero es eficiente, al igual que su chip AMD Zen 2, que permite varias horas de autonomía (dependiendo obviamente del juego). Incluso lleva un sistema operativo basado en Linux para tratar de resultar más eficiente como máquina portátil. Está hecha siguiendo, aunque no sea a rajatabla, la filosofía de Nintendo.
Así que si os preguntáis que por qué Nintendo Switch no es más potente, la respuesta es clara: era mejor crear un sistema equilibrado y eficiente que uno técnicamente espectacular. Ahora bien, han pasado siete años desde aquello y el panorama del hardware ha cambiado bastante. Si aparece una Switch 2, traerá importantes novedades, seguramente más potencia, pero que a nadie le quepa la menor duda que seguirá la filosofía de Gunpei Yokoi, y esto implicará ajustar al máximo las características para volver a ofrecer una consola energéticamente eficiente y asumible económicamente por el consumidor. Y a mí no me parece mal. De hecho, tiene que ser así, ¿o qué es lo que pensáis vosotros? ¿Veis otra solución? Contadme en los comentarios.
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