El 24 de noviembre de 1971, en un vuelo que cubría el trayecto entre Portland y Seattle, un misterioso hombre explicó a una de las azafatas que en su poder tenía una bomba. Quería 200.000 dólares y cuatro paracaídas. Tras recibirlos y retomar el vuelo, el secuestrador saltó del avión y nunca fue encontrado por las autoridades.
Esa es, en resumidas cuentas, la historia de uno de los mayores misterios a los que se ha enfrentado el FBI. El único caso sin resolver de piratería aérea en Estados Unidos y uno de los pocos en todo el mundo en los que se desconoce la identidad del secuestrador o qué ocurrió con el dinero del rescate. 45 años de investigación que, el pasado 2016, quedaron guardados en un cajón tras cerrarse el caso sin una resolución.
La historia del secuestro D. B. Cooper
Bajo el nombre de Dan Cooper (lo de D. B. Cooper fue un error por parte de la prensa que ha terminado fagocitando al dato real), un misterioso hombre ataviado con una larga chaqueta, un maletín y una bolsa de papel, se sube al vuelo 305 que, durante la víspera de Acción de Gracias, debe conectar Portland con Seattle. Poco después de levantar el vuelo, Cooper entrega a una de las azafatas una nota de papel.
Al pensar que puede tratarse de la típica estrategia para ligar, la azafata guarda el papel en su bolso sin leerlo y Cooper se inclina para susurrarle: "Señorita, será mejor que mire esa nota. Tengo una bomba". En el papel se indicaba que en el maletín había una bomba y que debía sentarse junto a él para escuchar sus instrucciones. Al proceder y pedirle que le enseñase la bomba, Cooper abrió el maletín y la azafata asegura haber visto lo que parecían cartuchos de dinamita atados a varios cilindros y una especie de batería que, efectivamente, parecía una bomba.
Sin alertar al resto de pasajeros para evitar causar el pánico, Cooper demandaba que al aterrizar en Seattle, los pasajeros se mantuvieran en el avión hasta que se le fuesen entregados cuatro paracaídas y una bolsa con 200.000 dólares en billetes de 20. Una cantidad que a día de hoy supondría alrededor de millón y medio de dólares.
Tras seguir sus instrucciones y liberar a los pasajeros, con la tripulación aún en el avión, Cooper pidió que el avión repostase y volviese a alzar el vuelo para dirigirse a México. Pensando que el resto de los paracaídas se utilizarían para secuestrar a alguno de los miembros de la tripulación como salvaguarda, ninguno de ellos se manipuló (años después se publicó que sí se había manipulado uno y fue el que usó Cooper, pero al no detenerse ahí la investigación y simplemente darlo por muerto, ese acercamiento ha suscitado aún más dudas). Los billetes se marcaron para poder rastrearlos a posteriori.
¿Qué pasó con D. B. Cooper? ¿Se encontró el dinero? ¿Sobrevivió?
Apenas media hora después de despegar, Cooper pidió a la tripulación que lo dejasen solo y cerrasen las cortinas situadas entre las distintas secciones del avión, abrió la compuerta trasera del mismo para bajar la escalera, y saltó perdiéndose entre la noche. Ninguna de sus pertenencias fue encontrada tras escudriñar el avión tras el aterrizaje.
Lo único que se sabe acerca de los billetes marcados es que años después, en 1980, un niño encontró 5.800 dólares en billetes de 20 en las orillas del río Columbia. El dinero no sólo era el marcado que se le había entregado a Cooper, también seguía en los mismos paquetes de 100 billetes cada uno, salvo un tercer paquete al que le faltaban 10 billetes. Se desconoce qué pasó con el resto del dinero y, pese a liberarse el número de serie con el que estaban marcados y ofrecer una recompensa si alguien encontraba alguno de los billetes, no se han encontrado.
El misterio de D. B. Cooper termina con el propio secuestrador, cuyo paradero se desconoce por completo y no se han encontrado pruebas de que sobreviviera a la caída, pero tampoco de que no lo hiciera. Los expertos aseguran que al no estar vestido para un salto desde esa altura, las posibilidades de que consiguiera llegar vivo a tierra firme son remotas.
Otros, en cambio, sugieren que la bolsa que llevaba era lo suficientemente grande para incluir equipamiento como botas, gafas o ropa de abrigo que permitiese realizar el salto. Que la falta de una búsqueda exhaustiva en la zona aproximada de su aterrizaje habría facilitado su escape y que, de tener conocimientos de paracaidismo tal y como parecía poseerlos, lo más probable es que aquella misma noche hubiese terminado durmiendo en la tranquilidad de su cama.
La historia de D. B. Cooper ha sido llevada al cine en varias ocasiones e inspirado secuencias como la de la serie Loki o el apellido del personaje de videojuego Sly Cooper, que rememora los acontecimientos del secuestro con una escena especial en su segunda entrega.
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