La historia del hotel Mutiny es una de esas a las que le viene que ni pintado el concepto de la realidad siempre supera a la ficción. Su espiral de lujo, famosos y habitaciones exóticas lo convirtieron en uno de los locales más exclusivos y famosos de Estados Unidos entre los 70 y los 80. Cuando a la ecuación se sumaron la violencia y los capos de Miami, el Mutiny se convirtió en la inspiración perfecta para la película Scarface de Brian de Palma.
Por sus 130 habitaciones temáticas inspiradas en la edad media, las mil y una noches árabes, o incluso Star Trek, pasaron artistas de la talla de Led Zeppelin, Liza Minnell, Arnold Schwarzenegger o incluso un joven Julio Iglesias que "le rogaba al dj del club que pusiera sus canciones", pero a todo aquella mezcla de dinero y glamour pronto le seguiría la tragedia que terminaría inspirando al Tony Montana de Al Pacino en el famoso remake de Scarface y su precio del poder.
El hotel de lujo y vicio que inspiró Scarface
Inaugurado en 1969, el Mutiny de Sailboat Bay era mucho más que un simple club nocturno. Lo llamativo de sus habitaciones y la necesidad de ser miembro para poder entrar convirtió al local en uno de los lugares más exclusivos de Estados Unidos. Que aquello se llenase de atletas de los Miami Dolphins, actores de Hollywood y personajes emblemáticos de la élite social del país, sólo hizo que creciera su leyenda.
Tal y como se relata en el libro Hotel Scarface, el Mutiny pronto se convirtió en mucho más que eso, porque además de bañarse en alcohol cerrando tratos multimillonarios, la droga corría como la pólvora por sus salas mientras los mayores capos del país y el extranjero se repartían el negocio de una ciudad sumida en el vicio y la delincuencia de forma demencial.
La mafia se codeaba con la jet set norteamericana mientras camareras y miembros de seguridad se aseguraban de tener a todos contentos, guardando armas entre cojines y ayudando a pasar bolsas cargadas de droga de un lugar a otro del local. Si llegaba alguien que podía ser sospechoso de pertenecer a la policía, eran ellos también los que le cacheaban en busca de posibles peligros para su exclusiva clientela.
Pero lo cierto es que quienes allí acudían, al menos durante aquellos primeros años, tenían poco que temer. El dinero de la droga era tan cuantioso que comprar a la policía era coser y cantar, y mientras quienes acudían al Mutiny se metían por la nariz en una sola noche lo que los agentes cobraban en un año entero, comprar su silencio había resultado ser insultantemente fácil.
Del paraíso a la pesadilla del Mutiny de Miami
La razón por la que el Mutiny y Miami se habían convertido en un paraíso para los narcotraficantes tenía su explicación en otro país situado a apenas hora y media de la ciudad de Florida. En la Cuba precomunista la posibilidad de comprar tu libertad a base de dinero era tan fácil que gran parte de sus criminales más famosos campaban a sus anchas haciendo lo que les venía en gana.
Cuando sus negocios llegaron hasta Miami para convertir a la ciudad en un mar de droga, la inmensa cantidad de dinero y violencia con la que habían sobrevivido hasta el momento terminó haciéndose un hueco en la ciudad, y sus métodos para escapar de la justicia untando a jueces y policías con montañas de dinero, también.
Cuando Brian de Palma, Al Pacino, Michelle Pfeiffer y el resto del reparto de Scarface llegaron a Miami para grabar la película se vieron obligados a grabar en otro hotel de la ciudad pese a inspirarse en el Mutiny, pero cuando terminaban de rodar acudían hasta allí para vivir su fiesta y coger ideas.
Sin embargo, lo que hasta entonces parecía ser el único lugar seguro de Miami, el sitio en el que podías sumergirte en bañeras de Don Pérignon pagadas por capos de la mafia sin miedo a verte asaltado por esos mismos criminales, con el paso de los años fue pervirtiéndose cada vez más.
A los tiroteos entre habitaciones le siguió el asesinato de una de las camareras a manos de uno de aquellos dementes inmersos en una espiral de violencia como la que reflejaba la película, y cuando el equipo del hotel entendió que aquello había dejado de ser un juego, la policía finalmente entró en escena y obligó al dueño del Mutiny a vender el hotel. 17 millones de dólares después, y pese a haber permanecido cerrado casi 20 años, en 1999 el Mutiny volvía a abrir su puertas con el mismo nombre, pero con un espíritu radicalmente distinto.
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