Durante la presentación que realicé en Barcelona de Los Secretos de las Tierras Intermedias: Más allá de Elden Ring, un asistente del público me preguntó si creía que el juego de Miyazaki había estado influenciado por The Legend of Zelda: Breath of the Wild. Respondí que no sin pensarlo demasiado, pero la cuestión me rondó por la cabeza hasta que volví a mi casa. Allí, busqué la tarjeta de juego, mi Switch e inicié una partida nueva. Volví a Hyrule. Necesitaba comprobar cómo vería ahora este juego tras recorrer las Tierras Intermedias.
No era por comparar o por decidir qué mundo abierto era mejor, porque eso es una estupidez. Me ocurre muy a menudo, y seguro que a ti también, que con la edad, el paso de los años y el disfrute de nuevas películas o videojuegos, entiendo e interpreto títulos del pasado de otra forma. Las perspectivas maduran, cambian, y nosotros también. Hace poco volví a Final Fantasy I, y me ocurrió justamente eso. ¿Con qué juego te ha pasado esto a ti?
El caso es que hacerlo me ha tenido un par de semanas pensando en un juego y en otro, y han sido estupendas. Porque Breath of the Wild es una experiencia perfecta tras despedirse de Márika y Radagon, y tras jugar a Elden Ring, las conclusiones que se sacan de Hyrule te hacen ver el juego de Aonuma con otros ojos.
El sentido de la belleza de Hyrule y de las Tierras Intermedias
Las Tierras Intermedias son una conjunción de pasillos que se amplían y se reducen constantemente. Hidetaka Miyazaki se aprovecha de ese diseño de mundo para guiar nuestros pasos como más le convenía. Su juego sabe cómo dirigirte a una vista impresionante de Liurnia, de Caelid, de Nokrom o de Leyndell. Si te metes en redes sociales, y buscas capturas compartidas de los momentos más hermosos del juego, descubrirás que todos hemos subido casi los mismos instantes precisamente por esto.
Sin embargo, eso no ocurre con Breath of the Wild. Al título de Switch no parece interesarle construir momentos concretos tan impactantes, dramáticos y únicos como el descenso a los subterráneos del mundo. Tampoco ofrece ninguna sorprendente visión inesperada de un dragón derrotado en el centro de una ciudad. Su belleza está en su naturaleza salvaje. Cualquier montaña, puesta de sol, campo de flores o lago te encanta; tanto que necesitas fotografiarlo. Elden Ring busca instantes muy teatralizados y preparados, Breath of the Wild prepara los suyos creando la falsa ilusión de que no son obra de ningún diseñador, sino de la propia naturaleza, y ¿por qué? Pues porque las Tierras Intermedias son una mentira pronunciada por dioses externos, pero Hyrule es la naturaleza en sí misma que hemos de recuperar.
Pensando en esto, caí en la cuenta de que la ubicación de los templos de los Sheikah no es casual. Al salir de ellos es el único momento que el juego controla tu campo de visión, el único instante que te saca de un lugar estrecho para llevarte a uno amplio y planificado. Es decir, justo después de que Breath of the Wild nos da un premio, un símbolo de valía, hace el truco de Miyazaki y sus Tierras Intermedias: de lo estrecho y oscuro se pasa a lo cerrado y hermoso. Y menudas puestas de sol nos lanza a la cara entonces. Esta artimaña no es original suya, claro. Esta base de diseño es la que impera en las ciudades de corte barroco como Roma. Se usaba para dejar a los ciudadanos con la boca abierta ante un edificio religioso, para que su fe se pusiera por las nubes.
Mazmorras que hablan y castillos que lloran
Otro detalle que me encantó disfrutar y comparar fueron los castillos. Venía de superar Castillo de Velo Tormentoso, la Academia de Raya Lucaria y el puñetero Árbol Hierático. De sus muros, profundidades y ramas pasé al interior de enormes bestias mecánicas. Me gustó apreciar cómo ambos juegos hacían hablar a sus mazmorras de formas tan diferentes. Los sitios de Elden Ring comunican a través de las descripciones de sus objetos, de qué enemigos viven en ellos y de los detalles de su arquitectura.
Es un diálogo sutil entre tú y la roca, uno cuyo idioma te tienes que molestar en aprender. ¿Y cómo lo hace Breath of the Wild? Pues de una forma radicalmente opuesta pero igual de deliciosa. La primera bestia en la que me adentré fue la que se encuentra en la región de los Zora, el elefante mecánico Vah Ruta, la bestia divina del agua. Pero, antes de subirme a ella, me dio por buscar alguno de los recuerdos que Link perdió tras su letargo.
Si algo ha hecho bien Nintendo es lograr que el escenario te guíe en el conocimiento y dominio de sus mecánicas
De esa forma pude conocer a Mipha, lo que el juego reforzó con un flashback de Link que se activó al ver su estatua en su ciudad natal. Con eso, y con la revelación en el tutorial del juego de que los espíritus aún moran en Hyrule, Zelda: Breath of the Wild se ha inventado las mazmorras con alma. Los espíritus de los elegidos te hablan, te explican qué ha ocurrido ahí, y a medida que resuelves los puzzles, los vas conociendo más y más. Es como leer fragmentos de lore en forma de notas ordenadas, solo que integrado a modo de conversaciones que encajan con el tono del juego.
Además, este detalle me ha parecido precioso con relación al pasado de la franquicia. Si algo ha hecho bien Nintendo es lograr que el escenario te guíe en el conocimiento y dominio de sus mecánicas. En eso basa su curva de aprendizaje todo juego Mario y Zelda. Y cómo logra conectar eso, ese pasado jugable, esa solera, con el conocimiento de los guerreros elegidos del presente que ya no están me parece brillante. Elden Ring hace lore a través del silencio de los vivos. Zelda: Breath of the Wild lo hace mediante las palabras de los muertos.
Me he sentido más indefenso en Breath of the Wild que en Elden Ring
Hay otra cuestión que me ha gustado descubrir en Hyrule tras pasar por las Tierras Intermedias: quién es mi avatar. A Elden Ring se le supone ser más difícil, hostil y arisco que Zelda: Breath of the Wild. Sin embargo, en el título de Miyazaki apetece matar a todo bicho que se ose plantarte cara. Incluso aunque descubras el trágico destino de los dragones, pese a que tu cuerpo quede marcado por matarlos, eso te da igual, tú quieres masacrarlos a todos.
En Elden Ring tú no huyes, tú te enfrentas a lo que sea. Sin embargo, eso no ocurre en Zelda: Breath of the Wild. El mundo de Link es más bonito, parece más amable y dulce, pero yo no he dejado de huir sin parar de mil y un monstruos. Las montañas y el mar eran mis enemigos y, si llovía, lo mejor era irse a dormir porque todo resbalaba.
La razón es que me he dado cuenta de lo bien que construye Aonuma el mensaje de que aún no estás preparado, de que todavía eres débil y tienes que fortalecerte. Las armas se rompen porque no son las adecuadas, te mueres porque tu ropa no es resistente, y no es recomendable que vayas corriendo a por Ganon porque aún no cuentas con el apoyo de tus viejos amigos.
Sin embargo, en Elden Ring eres el elegido desde el principio. El juego casi te pide intentar pasártelo entero en nivel uno, solo armado con una antorcha o sin que te den ni un solo toque. Porque aunque Gideon Ofnir se crea que te está manipulando, eres tú el que lo engaña a él al revelarte como alguien más poderoso de lo que nunca pudo imaginar. Por eso, al rejugar Breath of the Wild tras el título de Miyazaki, me he sorprendido al darme cuenta de lo indefenso que me sentía en uno y lo poderoso que era realmente en el otro. Y creí que sería al revés.
Elden Ring y Breath of the Wild, dos juegos que hay que jugar uno detrás de otro
Me ha gustado especialmente comprobar lo bien que conversa un juego con el otro. Los dos tienen mundos abiertos, los dos son bonitos, ambos cuentan con mazmorras y con lore, son difíciles… Pero lo hacen todo de manera opuesta. Y es precisamente por ello por lo que es tan refrescante jugar primero a uno y luego al otro, porque en su oposición creo que te ayudan a entenderlos mejor. Se explican el uno al otro tan bien como un némesis explica al héroe de una película.
Los secretos de las Tierras Intermedias: Más allá de "Elden Ring" (LunwerGG)
Por eso, jugar a Elden Ring me está haciendo ver Zelda: Breath of the Wild con otros ojos, a entenderlo mejor, y es una experiencia que te recomiendo. Y como punto final a este artículo, solo decir que es apabullante lo que ha hecho aquí Nintendo. Es un juego de 2017, de Wii U, y es tremendamente moderno y actual en 2022. Volver a esta Hyrule es como regresar a Super Mario World. Son juegos que no saben envejecer, siempre están en el presente.
Ver 69 comentarios