Pese a que el paso del tiempo ha empujado la creencia a una perspectiva más sexista, hubo una época en la que no se distinguía entre brujas y brujos a la hora de dar caza a quienes fueran acusados de utilizar la magia y aliarse con el diablo. Antes del siglo XV, el número de acusaciones de brujería hacia hombres y mujeres era muy similar. En 1424, una zona de Cataluña cambió las tornas para siempre, y las brujas se convirtieron en una de nuestras peores leyendas negras.
Según recogen los expertos la clave está en las Ordinacions i costums de les Valls d’Àneu, una colección de nueve capítulos legales que, además de remarcar cómo gobernar y gestionar el territorio del conde de Pallars Arnau Roger IV, dedicaba una sección a establecer cómo proceder en caso de brujería. En él, se indicaba qué tipo de pasos se debían seguir a la hora de torturar, vejar de forma pública y ejecutar a cualquier bruja que fuese acusado de ello. Es especialmente importante que, en ese caso, se utilizase el término femenino para referirse a la brujería.
El origen de las brujas nace en España
Lo curioso es que, pese a que las leyendas sobre las brujas y la brujería han existido desde siempre, es entre el 1450 y el 1750 cuando Europa convierte la persecución y represión de incontables mujeres en una obsesión. Antes de esa época, había acusaciones de brujas y brujos casi por igual, siendo estos últimos un número incluso mayor en gran parte del Viejo Continente. El único lugar en el que más del 90% de las acusaciones de brujería eran hacia mujeres es el Valle de Aneu.
Por su proximidad con Francia y formar parte del Pirineo español, no resultaba extraño que fuese ahí donde se iniciase la expansión por Europa. Una teoría que, de la mano de documentos sancionadores posteriores a 1430, se ha acabado demostrando. En todos ellos se hacía mención de alguna forma a las ordenaciones del valle catalán.
Tal y como relataban en el congreso internacional que se celebró recientemente en Barcelona por el aniversario de la creación del texto hace 600 años, además de la visión patriarcal y machista de la época, junto a la imagen de Eva y el origen del mal al ser más fácil de tentar por el diablo, las acusaciones de brujería estaban relacionadas con el infanticidio.
Lamentablemente para todas aquellas mujeres, la mortalidad infantil estaba a la orden del día y, a menudo, quienes pasaban más tiempo con aquellos niños eran las que terminaban siendo culpadas, a menudo por parte de otras mujeres que creían firmemente en la existencia de las brujas y el peligro que suponían también para sus propios hijos.
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