Puede que el estar alejado de los dimes y diretes de la iglesia me hayan cogido a pie cambiado respecto a su última noticia, pero eso no hace menos sorprendente que en pleno 2024 el Papa Francisco vaya a canonizar al primer santo millennial. Un joven programador que según su madre era un prodigio del código desde temprana edad, y que según el Vaticano es el influencer de Dios.
En los círculos religiosos se conoce así a Carlo Acutis tras haber dedicado los últimos tramos de su corta vida -lamentablemente falleció de leucemia a finales de 2006- a dar a conocer al mundo los milagros eucarísticos más fascinantes de todo el mundo. Cabe destacar que su enfoque tenía más de fervor y respeto que de fantasía y curiosidad, lo que nos lleva al siguiente punto: tras haberlo beatificado, ahora lo van a canonizar. Será el primer santo nacido después de 1990.
El influencer de Dios será el primer santo millenial
Como programador web dio forma a la página que le catapultó hasta el estrellato entre los círculos católicos, lo que propició que fuese ganando influencia entre los creyentes más jóvenes hasta ganarse el apelativo del influencer de Dios en internet.
La religión no va especialmente sobrada de gente que les ayude a sumar fieles en dos de los sectores en los que anda más perdido el catolicismo, los jóvenes y lo virtual, así que hasta cierto punto es comprensible que se hayan volcado de esta forma con él.
A nivel personal desconocía por completo que, para poder optar a ser santo tras tu muerte, necesitas tener en tu haber dos milagros. Afortunadamente para un sector que está deseando sumar puntos entre las generaciones más jóvenes, ya hay dos personas asegurando que Carlo Acutis les curó una enfermedad tras rezarle, allanándole así el camino hacia la santidad que tropezó con un primer intento tras su beatificación que terminó en polémica.
El caso es que, tras desenterrar su cuerpo para exponerlo y que otros fieles pudiesen venerarlo antes de la beatificación, aseguraron que tras varios años enterrado se había encontrado incorrupto, dando así a entender que un milagro lo había preservado a la perfección.
Posteriormente se demostró que el cuerpo simplemente estaba íntegro, no intacto, porque tenía todos sus órganos, y que lo que se había realizado era un gran trabajo de conservación al crear una máscara de silicona que, a través del cristal, era fácil confundir con su cara real. Es lo que tienen a veces los milagros, que a menudo resultan tan fáciles de creer como de falsificar.
Imagen | Dobroš
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