Cada víspera de State of Play, lo mismo. Cogemos la caja de Bloodborne, la tumbamos en el suelo, la rodeamos de velas y rezamos por el anuncio de una segunda parte o de un remake. Nos vale cualquier cosa. A mí con que me dejen pasear por Yharnam a 60 FPS ya me valdría…. Pero nada, parece que pedimos un imposible. Sin embargo, yo no pierdo la fe. Y mientras montaba ayer mi altar para orar por el regreso de los Grandes, recordé la única cosa que no soporto de este juego.
Porque Bloodborne es casi perfecto. En mi opinión, es el videojuego más redondo de Hidetaka Miyazaki. Su mundo es apasionante, su diseño de niveles es una barbaridad, y tanto sus monstruos como sus amigos y enemigos son sublimes. Podría estar jugando a Bloodborne toda la vida. Pero, cada vez que reinicio una partida, me acuerdo de esta mecánica y me dan ganas de entregarme a Presencia Lunar para que me mate.
Y sí, ya sabes de cuál te estoy hablando: de farmear viales. La detesto, y creo que es la única gran pega que tiene este juego. A muchos le puede parecer una chorrada; es decir, es natural que si quieres conseguir ítems de curación te lo tengas que currar. Y estaría de acuerdo si fuera cualquier otro videojuego, pero es que en Bloodborne te matan muchísimo, cualquier jefazo. Y siempre que te enfrentas a un jefe tienes que ir equipado con todos los viales posibles, o volverás a morder el polvo.
Odio farmear viales en Bloodborne
He de decir que detesto personalmente esta mecánica porque sufrirla me traumatizó. Por culpa de este problema de Bloodborne, me pasé muchas noches soñando con culos de cerdos enormes. Me perseguían por las noches y no me los podía quitar de la cabeza. El culpable de estas pesadillas es un jefe de zona que en realidad son tres: las sombras de Yharnam, los protectores de la reina. Siempre se me han dado fatal los bosses múltiples de From Software, y estos no fueron una excepción. Tardé eones en acabar con ellos y, claro, no paraban de matarme.
Todos sabemos que los diseñadores de videojuegos japoneses tienen una filia rarísima con los jabalís
Cada vez que revivía en un farol, lo hacía sin viales, y necesitaba obtener otros diez para poder plantarles cara con alguna garantía de éxito. ¿Y cuál era la mejor forma de conseguirlos? Sí, efectivamente, matar una y otra vez al jabalí gigante de la zona. Todos sabemos que los diseñadores de videojuegos japoneses tienen una filia rarísima con los jabalís. Ganon de la saga Zelda es un jabalí, están en Monster Hunter… Pero lo de Hidetaka Miyazaki es peor. Se nota que uno de estos porcos bravos lo martirizó de niño, porque la forma de hacerle crítico a uno es meterle el brazo por el culo hasta el codo.
El jabalí de Bloodborne también odia el farmeo de viales
Y esto no es nada nuevo, es una acción que ya tuvimos que realizar en Dark Souls. En el juego de 2011, aquel jabalí iba todo cubierto con una armadura para que su ojete fuera su único punto débil. En fin, japoneses. El caso es que me pasé semanas enteras muriendo a manos de las sombras de Yharnam, y sodomizando una decena de veces con cada muerte a ese pobre cerdito. Os juro que llegué a pensar que Miyazaki pusó ahí a ese gorrino a propósito.
Bromas aparte, el farmeo de viales cortaba el ritmo de juego y alejaba el foco de lo importante: disfrutar de morir y de aprender a matar. Además, Bloodborne tenía una peculiaridad que hacía que esto fuera aún peor: sus faroles estaban muy alejados de sus monstruos de zona. Suma esto y lo otro, y puede que ya no te apetezca pedir tanto un remaster o remake del juego. No; me sigue apeteciendo. Echo de menos el culito juguetón de mi querido cerdo.
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