La consola Game Boy vendió cerca de 120 millones de consolas y está considerada históricamente como uno de los hardwares más rentables y exitosos de la historia de los videojuegos. La máquina ideada por Gunpei Yokoi contó además con uno de los ciclos de vida más impresionantes de la industria: su primera unidad se vendió en 1989 y siguió en producción hasta la entrada del nuevo siglo. Es decir, más de una década dando diversión a unos usuarios que pudieron disfrutar además de un catálogo plagado de auténticas joyas.
Sin embargo, al principio ni la propia Nintendo confiaba en su consola. Los empleados la conocían internamente como dame game, porque les parecía un cacharro inútil y sin futuro. Sin embargo, se trabajó tan intensamente en la portabilidad de la máquina que el mismísimo Hiroshi Yamauchi (presidente de Nintendo por aquel entonces) tenía la convicción de que vendería millones. Y así fue. El acertado diseño de la máquina y juegos como Tetris -que fue un reclamo comercial brutal- tuvieron parte de la culpa, pero hay otro detalle en el que no se suele caer y que es difícilmente superable por cualquier consola portátil actual.
Game Boy, un prodigio de la portabilidad
Recuerdo que cuando me regalaron la Game Boy original (alias "ladrillo") por mi cumpleaños, hubo dos factores cruciales para su adquisición. La primera era el precio. En aquel momento, cuando llevaba ya varios años en el mercado, su precio estaba prácticamente tirado: 6.990 pesetas (que ahora al cambio serían unos 70 euros con la inflación ya ajustada). Además, contaba con una cantidad de videojuegos de renombre, algunos buenísimos: Zelda: Link's Awakening, Wario Land, Pokémon Amarillo…
Sega había puesto su Game Gear en el mercado hacía ya unos cuantos años, y tengo que reconocer que era impactante ver una consola portátil con gráficos a todo color (de hecho, compartía el chip de su hermana mayor, la Master System). Sin embargo, a pesar de encontrarse en la vanguardia tecnológica en aquel momento, su concepto de portabilidad era realmente mediocre. Prácticamente doblaba en peso a su competidora, tenía unas dimensiones muy superiores y -lo peor de todo- su batería duraba entre 3 y 4 horas como mucho.
Esto suponía una auténtica sangría económica para los padres. Tened en cuenta que hace 30 años lo más común era adquirir pilas de un solo uso (el auge de las recargables llegaría después), y eso suponía un importante desembolso. Podías gastarte casi tanto dinero en mantener en funcionamiento la consola, que en la propia máquina. Por eso, el movimiento de Nintendo fue muy inteligente. Tener un hardware muy contenido, con una pantalla monocromática y chips energéticamente eficientes, le permitió hacer gala de una autonomía brutal, que podía ir desde las 15 hasta las 30 horas dependiendo del juego y las condiciones en que jugases.
Para que os hagáis una idea del hito, esto lo conseguía con 4 pilas AA, cuando Game Gear requería 6 pilas AA para hacer una autonomía mucho inferior. Obviamente, el diseño de Game Boy hacía muchos sacrificios, siendo el principal carecer de una pantalla retroiluminada. Todo respondía a las intenciones de los ingenieros, que querían conseguir una máquina ligera, pequeña y con mucha autonomía. En este sentido, la consola portátil de Nintendo es un auténtico logro en cuanto a eficiencia energética dentro del terreno del hardware portátil.
Y aunque todo esto ocurriera en los años 90, me parece que es una cuestión muy actual. Solo tenéis que ver la cantidad de PC consolizados que están apareciendo y las principales limitaciones que están teniendo. Los hay que apuestan por la potencia, como es el caso de Lenovo Legion Go o Asus Rog Ally, pero a costa de una batería y concepto de portabilidad bastante limitado. Luego está Steam Deck, que ha hecho una lectura más equilibrada de la cuestión, proponiendo un mejor equilibrio, al tiempo que permite ejecutar una gran parte de juegos del catálogo de Steam.
Y luego tenemos a la propia Nintendo Switch, que sigue defendiendo el concepto de pensamiento lateral de Gunpei Yokoi, el cual consiste en aprovechar el hardware existente para diseñar aparatos sorprendentes. Game Boy lo era, ya no solo por la diversión que ofrecía, gracias a un catálogo de videojuegos espectacular, sino por cosas como que pudieras jugar tantas horas sin necesidad de bajar a la tienda a comprar más pilas. Y eso, al final, marcaba la diferencia. Pero incluso Switch se queda muy corta en cuanto a duración de la batería si se compara con esta legendaria portátil. El modelo original de la consola híbrida rondaba de 2,5 a 6,5 horas de autonomía, frente al más reciente modelo OLED, cuya autonomía oscila de las 4,5 a las 9 horas de duración. El modelo exclusivamente portátil, Switch Lite, se mueve entre las 3 y 7 horas.
Por cierto, ¿viviste aquella época? Coméntame cómo la viviste y si estás de acuerdo en que sigue siendo un hardware tan bien diseñado que debe servir de ejemplo.
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