Se ha escrito mucho sobre la narrativa de The Last of Us Parte 2. Es una obra compleja y abierta a múltiples interpretaciones y ahí radica la clave: un videojuego no es más importante o relevante porque haya vendido chorrocientos millones de copias. No. Lo es si consigue capitalizar la conversación, si logra generar estudios, teorías, tesis o ensayos a su alrededor. Y, más allá de polémicas absurdas e injustas, The Last of Us Parte 2 es una creación vigente porque puede desgranarse para aportar diferentes miradas y lecturas. Si te lo estás preguntando, este artículo no pretende ser una exégesis escrita en piedra. Ni siquiera quiero tener razón. No la tengo ni en mi propia casa, así que imagínate. Solo quiero compartir contigo una idea sobre la que he reflexionado mucho desde que jugué al título de Naughty Dog en 2020. Pero antes una advertencia.
Aviso de spoilers. ¡Cuidado! En este tema profundizo en todos los detalles de los argumentos y diseño de personajes de The Last of Us y su continuación.
Recuerdo que después del combate entre Ellie y Abby en la playa de Santa Bárbara, justo en el momento en que se queda exhausta, mirando al horizonte, con la niebla cubriendo con delicadeza un mar que ha sido testigo de una brutal tunda; mientras Abby se marcha en una embarcación con Lev, puse el juego en pausa, dejé el mando sobre la mesa y lancé un largo suspiro. Y, aunque no te lo creas, no volví a cogerlo hasta unas horas después. Todo el tiempo que pasé alejado del juego, no dejé de darle vueltas a una idea. Naughty Dog había deconstruido el monomito de Campbell para crear su antítesis del viaje del héroe. Ellie no era solo la protagonista de The Last of Us Parte 2, ni siquiera era una antiheroína al uso. No. Era su villana. El juego era la culminación de su viaje para convertirse en la mala de la historia.
The Last of Us Parte II: El camino del villano
Pensar en esto, tan a las claras, me causó una gran conmoción, porque durante muchas horas de juego, en esa montaña rusa de emociones que Neil Druckmann y Halley Gross han construido con el mimo de un artesano sádico, comprendí y empaticé con la cruzada de Ellie; fui capaz de ponerme en sus zapatos, de justificar algunas de las decisiones que tomó hasta llegar a esa maldita playa en Santa Bárbara.
Hay algo que se ha dicho al respecto de Ellie con lo que estoy en total desacuerdo: que su arco como personaje no respeta ningún tipo de coherencia entre los acontecimientos de la primera entrega y su segunda parte. Y, caramba, no puedo estar más en las antípodas. Entiendo que no guste el camino que ha llevado a Ellie a esa playa, aun así en TLOU 2 hay destellos de esa adolescente de catorce años, risueña y de mirada inocente.
La Ellie que conocemos en TLOU Parte 1 es una muchacha a la que han abandonado, primero sus padres, de los que a penas sabemos nada (solo que su madre murió al dar a luz), después Marlene, la mejor amiga de su madre y líder de una facción de las Luciérnagas que, además, la abandona por segunda vez cuando se la entrega a Joel y Tess; y, por supuesto, Riley, su mejor amiga y de quien está enamorada (o al menos eso es lo que se intuye jugando al DLC Left Behind) que de la noche a la mañana desaparece para volver convertida en recluta de las Luciérnagas. De hecho, su relación nos ayuda a conocer mucho mejor a Ellie. Ya no solo su orientación sexual, sino los entresijos de su personalidad.
La muerte de Riley es definitoria para la construcción del personaje de Ellie. Si recuerdas, ambas son mordidas por un infectado y es en ese instante cuando descubre que es inmune a la enfermedad parasitaria, aunque no puede hacer nada para salvar a su amiga. A partir de aquel momento, no solo la pérdida estará presente en la vida de Ellie, sino también una profunda culpa por seguir viviendo. La joven hará de esto una forma de buscar un objetivo que dé sentido a su vida. Es el descubrimiento de su inmunidad y su viaje con Joel lo que termina dándole un propósito: ser la cura para la humanidad. A partir de este propósito, Ellie basará toda su personalidad. Por eso el final de The Last of Us es tan impactante y, a la vez, importante para el desarrollo de Ellie. Joel decide salvarla de convertirse en esa cura, privándola de la oportunidad de dar un significado a todas las pérdidas que ha sufrido, a su propia existencia. Este acto egoísta, aunque nace desde el amor, termina por romper su mundo.
Ella, en un principio, hace un esfuerzo descomunal por querer creerle. A fin de cuentas, Joel representa lo único que le queda y también la persona que más quiere en esos momentos. Aunque, al final, ese silencio, largo y doloroso, seguido de un escueto "OK", cuando Ellie, en los instantes finales de la primera entrega, vuelve a pedirle que le jure que la mentira que le ha contado es verdad, nos indica que no le cree y que se acaba de crear un abismo insalvable entre ambos. Al final, Ellie termina sacando a la luz la verdad. El propio Joel, acorralado por sus preguntas, admite lo que hizo (este momentazo lo vivimos en un intenso flashback en la Parte 2). Este instante supone un punto de inflexión para ella, ya que descubre que todo lo que había hecho hasta la fecha; todas las pérdidas, toda la gente que la había abandonado, el propósito que daba sentido a su vida, no había valido la pena y, lo que es más dramático, se lo ha arrebatado la persona en la que más confiaba.
Un descenso a los infiernos motivado por la pérdida de la oportunidad de reconciliación
La revelación de este secreto en The Last of Us Parte 2 no hace sino ahondar en su tormento, colocando a Ellie en una disyuntiva emocional y ética que la perseguirá a lo largo de toda la narración. Todo esto, tejido con una maestría increíble y el tino de Druckmann para crear situaciones memorables y muy dolorosas. Ellie inicia entonces un descenso hacia su propio infierno, impulsada por la sed de venganza tras el bestial asesinato de Joel. Es un camino que ella elige, sí, sin embargo, también es un camino que parece inevitable, dada la espiral de violencia que la rodea y en la que ha crecido.
Este deseo de venganza, sin embargo, no nace de la nada. Está cimentado en el dolor profundo de una joven que ha perdido todo lo que amaba, todo lo que le daba sentido a su vida. No odia solo a Abby por haber asesinado a Joel, que ya es motivo más que suficiente. La odia porque le arrebató la oportunidad de reconciliarse con él. El flashback final del juego nos muestra cómo, unas horas antes del fatídico suceso, Ellie y Joel tienen un primer acercamiento. Ella todavía no es capaz de perdonarlo, aunque está por la labor de intentarlo. Por ello, la venganza se convierte en su nuevo propósito, aunque este sea destructivo y la aleje cada vez más de quién era.
La muerte de Joel a manos de Abby, de todos modos, no es el primer punto de inflexión en el camino hacia su transformación como villana. Es la gasolina que inyecta el odio en sus venas. En su obsesiva búsqueda de venganza, Ellie se sumerge en una espiral de violencia y autodestrucción, perdiendo poco a poco los fragmentos de humanidad que le quedaban. Cada acto de violencia, cada vida que toma (y no son pocas, ¡vaya con la disonancia ludonarrativa!), la aleja más de la niña que conocimos, esa joven llena de esperanza y ganas de cambiar el mundo.
El gran giro lo vemos en su encuentro con Nora, que sabe de las intenciones de Ellie y se niega a darle la ubicación exacta de Abby. La escena es muy reveladora. La tortura a la que somete a Nora es un momento fundamental porque logra sacudir sus propios cimientos. Podemos apreciar la lucha interna del personaje, que se debate entre ser fiel a su propia causa y las dudas que le surgen sobre si cruzar o no esa línea. Una línea que termina sobrepasando. El juego, por cierto, no nos muestra la tortura.
De manera inteligente, prefiere dejarlo a la imaginación del jugador. Naughty Dog sabe que es la primera vez que vemos traspasar esa línea a Ellie y es consciente de que el impacto va a ser total. Dejarnos pensando, imaginando qué ha pasado, hace que la escena resuene mucho más. De este modo, empezamos a asumir que no solo ha cruzado un punto de no retorno, sino que ha perdido un gran pedazo de humanidad y que psicológicamente no va a salir bien parada.
Para reforzar este instante, Druckmann y Gross han escrito uno de los momentos más crudos del juego: la conversación posterior entre Dina y Ellie mientras la primera le limpia y cura las heridas. Es una escena de una fuerza increíble: la mirada perdida de Ellie, sus lágrimas silenciosas y la frase que suelta a bocajarro: "Al final conseguí que hablara". Un momento de vulnerabilidad cruda; Ellie no busca justificación para sus actos, solo el consuelo en el abrazo de alguien que todavía ve algo de luz en ella. Es consciente de lo que ha hecho. Sabe que ha cometido un acto cruel y monstruoso. Y así es como se ve: como un monstruo.
Un monstruo tras el espejo
La muerte de Mel y Owen añade otra capa de tragedia a esta espiral violenta. Aunque en un principio Ellie actúa en defensa propia, el descubrimiento del embarazo de Mel es un golpe brutal porque ve en ella un reflejo de Dina, un recordatorio de la vida que podría haber tenido si hubiese elegido un camino diferente. Pero Ellie ha ido perdiendo con el paso de los días su humanidad, y sigue hacia delante ya convencida en llegar hasta el final, cueste lo que le cueste.
La catarsis, el momento de transformación total en villana, llega cuando decide abandonar a Dina y a su bebé, después de la conversación con Tommy. Porque Ellie no ha conseguido pasar página a pesar de todo. Esta decisión es, quizás, el acto más egoísta y doloroso que toma el personaje. En este momento, se convierte en la personificación de todos aquellos que la abandonaron. Decide sacrificar su felicidad y la de su familia en nombre de una venganza que no le traerá paz. Este paralelismo con su propio pasado de abandono y pérdida destaca la ironía cruel de su viaje: en su deseo de hacer justicia a Joel, termina repitiendo los mismos errores que tanto dolor le han causado.
La conversación en la cocina, entre ambas, es de una dureza dolorosa. Naughty Dog juega muy bien con los contrastes, para que apreciemos a una Ellie demacrada, pálida y ojerosa, que rehúye el contacto físico y que parece más un robot desprovisto de sentimientos que un ser humano. De hecho, ni se inmuta cuando Dina la avisa de que si cruza esa puerta, cuando vuelva, si es que vuelve, ni ella ni el bebé estarán esperándola.
No quiero añadir una hot take gratuita, no obstante, llegado a este punto, no puedo dejar de pensar en lo que intentó hacer George Lucas con Anakin en la saga de precuelas de Star Wars y, buf, palidece ante el trabajo del estudio californiano. De todos modos, esto es material para otro artículo.
Ellie es un villano perfecto, escrito de manera admirable
Ya, Alfonso, pero ¿y Abby qué? Es una pregunta justa. Abby es la antítesis necesaria en este juego de espejos que han creado en Naughty Dog para recrear la transformación de Ellie en villana. De manera intencional, Abby se nos presenta como nuestro antagonista. El jugador desde un primer momento iba a estar involucrado emocionalmente con Ellie y con su cruzada, por eso el juego de espejos es tan premeditado (padres asesinados, grupo de amigos muy similares, personajes embarazados, intereses románticos complejos; ambas se enfrentan y superan sus miedos y limitaciones: Ellie no sabía nadar en el primer juego y Abby tiene miedo a las alturas; la relación entre Lev y Abby es muy parecida a la de Ellie con Joel… ). Por necesidad, funciona para reflejarse en este juego como un reverso tenebroso de dos caras.
Sin duda, The Last of Us Parte 2 habla de muchas cosas, y esta metáfora de las rimas y los reflejos sirve para sustentar la idea del ciclo de violencia; no obstante, apuntala la idea del viaje hacia la oscuridad de Ellie y su conversión en la auténtica villana del juego. Porque Abby termina teniendo un arco de redención, al contrario que Ellie. No solo les perdona la vida a Dina y a ella (sí, es cierto que gracias a la intermediación de Lev) después de descubrir todo lo que ha hecho Ellie para darle caza, a todas las personas que ha asesinado en su descenso a los infiernos; si no que encuentra en Lev un motivo para seguir viviendo, alguien del que preocuparse, al que cuidar. Una persona por la que esperar que el mañana sea mejor.
Por el contrario, en el caso de Ellie, la conclusión de su viaje es amarga. Tiene la oportunidad de culminar su venganza, aunque en el último instante, algo dentro de ella se quiebra. Reconoce en Abby un reflejo de su propio dolor, de su propia pérdida. Es aquí donde Ellie se enfrenta a la realidad de su transformación: ha llegado al límite de su descenso a la oscuridad. La decisión de dejar ir a Abby es tan compleja como dolorosa. Yo la interpreto más como el momento de reconciliación con Joel, que como el perdón hacia su enemiga. Al final, regresa a una casa vacía, habiendo perdido todo lo que amaba. La guitarra de Joel, símbolo de su conexión y los momentos felices que compartieron, ya no puede ser tocada por ella debido a las heridas físicas y emocionales que ha sufrido. De hecho, el acto de dejarla atrás es el último adiós a Joel, a su pasado, y a la persona que era. Ellie se encuentra sola, despojada de su humanidad y sin un propósito claro.
Aun así, al contrario de la tesis que defiende algunos, no solo creo que Ellie es un personaje escrito de manera admirable y brillante (hay que ser muy valiente y osado para coger a un personaje como ella y darle este arco de transformación tan doloroso) sino que estoy convencido del amor que Neil Druckmann tiene por ella. Por eso, en la escena final quiero ver un inicio de un nuevo camino hacia la redención. Quiero creer que Ellie se enfrenta al futuro con las manos vacías, pero con la posibilidad de reconstruirse, de buscar un nuevo propósito que la aleje de la oscuridad que la ha consumido.
Puede que me esté engañando. Es muy plausible. Sin embargo, también puede que lo veamos en el próximo The Last of Us Parte 3.
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