Muchos jugadores no jugamos a Elden Ring por su combate, su reto o por conseguir todos los logros. Lo hacemos por el lore, por recomponer la historia de las Tierras Intermedias y solucionar el puzle que Hidetaka Miyazaki dejó ahí para nosotros. Disfruté enormemente de hacerlo para escribir Los Secretos de las Tierras Intermedias, y todavía hay, a día de hoy, muchísimos SinLuz dedicados a esta santa misión.
Pero hacerlo en 2023 no es lo mismo que en 1990. Los cazadores de lore nos hemos organizado en comunidades virtuales, nos conocemos por Twitter, compartimos teorías, se crean wikis y se alcanza, entre todos, cierto consenso común. Si dudas de algo, lo buscas en Internet, y puedes saber si te queda algo más por encontrar o no. Eso, hace 20 años, no era posible.
Para que entendáis cómo vivíamos entonces, tengo que poner a Final Fantasy VII como ejemplo. A finales de los 90, Internet era una herramienta muy primitiva, apenas había gente creando contenidos y se tardaba una eternidad en encontrar cualquier dato. Todos los jóvenes de la época estábamos jugando como enfermos a Final Fantasy VII. Para nosotros, su mundo era abierto, enorme y de infinitas posibilidades. No había forma de confirmar que ya no había secretos por desvelar, y eso nos conducía a jugarlo una y otra vez y a intentar cosas imposibles.
En los 90 no había información por Internet, solo patios de recreo y leyendas urbanas
Sin entrar en demasiados spoilers, en este juego se produce una muerte, pero el título sugería que existía la posibilidad de resucitar a ese personaje. Además, también había gente que aseguraba que se podía clonar a Sephiroth, ¿cómo? ¿Era cierto? ¿Era mentira? En realidad, no nos importaba que lo fuera. Nosotros queríamos jugar y rejugar, necesitábamos una excusa para hacerlo, y ese misterio era la mejor de todas. Es decir, la desinformación hacía antes de los videojuegos algo muy especial. En 2023 es ya imposible no saberlo todo de todo. Los logros y trofeos nos avisan de cuándo ya no queda nada más por hacer. Las guías escritas en Internet se aseguran de garantizarlo y las redes sociales hacen el resto. Ya no jugamos para descubrir, jugamos para confirmar. Yo mismo busqué en Google qué me había dejado por hacer al matar a los jefes finales. Esto era algo antes impensable.
Por eso, imaginaos jugar a Elden Ring en 1997. Se qué ahora podéis estar pensando que cualquiera podría hacerlo, que bastaría con desconectarse del mundo y ya está. Pero es que no solo va de eso. Va de que tú llegues al patio del colegio o al bar, te sientes con tus amigos, y compartáis vuestro conocimiento virgen, sin interferencias y solo basado en lo que vosotros habéis encontrado.
Esto va de que alguien de esa pandilla conozca a alguien de otra, y le dé información nueva. Va de que quedéis todos vosotros juntos en casa de uno con unas cervezas para comprobar si es cierta o no. Eso era jugar a finales de los noventa. Y Elden Ring es un juego perfecto para fomentar este tipo de experiencias, porque está lleno de enigmas, misterios y viajes alucinantes.
Si hubiéramos jugado a esto en los 90, nos habríamos vuelto locos intentando salir de las Tierras Intermedias por mar para llegar al país al que fueron desterrados los Sinluz, o allí donde Rykard encontró a Tanith. Creeríamos que era posible ya que hay zonas del juego en el que se nos dejan ver montañas más allá de nuestras fronteras, y en el juego se mencionan estos sitios.
Si Elden Ring saliera en los 90, nunca sabríamos si ya lo hemos visto todo
También surgirían leyendas urbanas que nos asegurarían que es posible ver, encontrarnos y reunirnos con algunos de los muchos dioses que se mencionan en Elden Ring. Me juego lo que queráis a que alguien diría que Fia no solo te conduce al encuentro del Príncipe de la Muerte, ¡sino también al encuentro del propio Dios de la Noche! Y no hablemos de todas las puertas cerradas que alguien juraría haber abierto bajo determinadas condiciones.
Si hubiéramos jugado a esto en los 90, nos habríamos vuelto locos
Porque los secretos de Elden Ring no solo se hallan yendo a un sitio u otro, sino realizando acciones muy concretas en un orden muy específico. Es como si el propio Hidetaka Miyazaki también añorara aquellos años, y quisiera insuflar de misterio a sus juegos para que sintiéramos algo similar a lo de entonces. Cuando llegamos por primera vez a sus mundos no sabemos nada de ellos, todo es horrible, difícil y muy confuso. Y solo a través de la práctica y hablando con la comunidad es cómo nos vamos enterando; pero imaginaos que no existiera esta comunidad.
Pensad en la cara que se le quedaría al primero que acertó cómo activar la misión de Ranni para descender a las profundidades del mundo. La expresión de sorpresa del que logró viajar hasta Mohg a través de Varré sería un desquicie, ¡y ni siquiera sabríamos si los finales que conocemos son todos los que hay! Nos pasaríamos siglos recorriendo las Tierras Intermedias en busca de nuevas cuevas, nuevos misterios,retos, castillos y ruinas.
Y Elden Ring es muy cuco picando, chinchando y motivando al jugador para que haga esto. Yo pude jugar Elden Ring un pelín antes de que saliera a la venta y de que sus secretos se revelasen. Cuando llegué a la zona de los cuatro campanarios, y viajé por sus puertas a esos hypeantes adelantos de Farum Azula o Nokrom, enloquecí. ¡El juego me estaba provocando a que los descubriera! Me estaba diciendo, abiertamente, que había mucho más, tanto bajo mis pies como sobre ellos. Pero ahora nos metemos en Internet y, con dos búsquedas, resolvemos cómo acceder a ellos sin problemas. Antes, eso suponía meses de trabajo, de juego y de placer.
¿Quedan misterios por resolver en Elden Ring?
A veces me tumbó en mi sofá, me abro una 1906 bien fresquita y me pongo a pensar en cómo se podría trasladar esas sensaciones al presente. ¿Cómo podemos esquivar el azote de las guías y de la sobreinformación? ¿Cómo podemos jugar como en los 90? Y la única solución que se me ocurre va de la mano del diseño procedimental. Si todos los personajes de Elden Ring no aparecieran en el mismo sitio para todos los jugadores, si los pasos a seguir para sus misiones variasen, si las cuevas no estuvieran en el mismo sitio para ti y para mí, o si de los cofres se obtuvieran objetos y equipamientos al azar, el misterio general del juego se magnificaría
Claro que esto supondría un berenjenal horrible a efectos de diseño de juego. Además, también estropearía esos momentos de reunión con amigos para compartir descubrimientos. Sin embargo, y pese a todo, Elden Ring sigue siendo la experiencia más cercana a vivir aquellos años. Todavía hay mucha información que extraer sobre personajes que solo se mencionan, pero el problema es que antes no solo perseguías eso al volver a jugar al juego, sino mucho más.
Para que entendáis esto, recordad aquella vez que alguien dijo que había localizado una puerta secreta en NieR: Autómata que le conducía a una pequeña capilla. Son ese tipo de secretos locos, misteriosos y desconcertantes los que anhelamos encontrar. Y no nos importaba lo más mínimo dar con ellos, sino solo tener una excusa para perseguirlos sin parar. El sueño de su existencia era lo que nos movía. No queríamos alcanzar ninguna meta, solo disfrutar del camino.
Por eso son tan interesantes figuras como las de Yoko Taro o las de Hideo Kojima. Porque son autores que sabemos que son capaces de esconder secretos que todavía no se han encontrado en sus juegos. Y quizás esa será la única forma de que este espíritu de los 90 perviva. Que Kojima lance su nuevo videojuego y declare: "hay cinco secretos que nadie será capaz de encontrar jamás. Os animo a encontrarlos". Y que ni existan en realidad.
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