Más relato audiovisual que videojuego, Dear Esther nos propone superar un intrigante viaje a través de los recuerdos de un naufrago en una misteriosa isla abandonada. Un apasionante relato que nos ha cautivado por plantear una nueva forma de entender el mercado del ocio electrónico.
Camina, simplemente camina. Ya sea para recordar, para buscarle el sentido de la vida, para descubrir los fallos que te han llevado al punto crítico en el que te encuentras… camina, solo camina. Es posible que por momentos sientas que no tienes a dónde ir o consideres que durante este viaje no se plantean retos jugables destacables; pero es que Dear Esther no es estrictamente un videojuego, o al menos no como los entendemos normalmente.
Sin marcadores ni enemigos o puzles que desafíen a nuestro intelecto; sin un objetivo claro más allá de viajar del punto A al punto B; sin ni quiera la opción de saltar, correr, agacharse o encender la linterna para observar mejor en la oscuridad, Dear Esther nos plantea simple y llanamente recorrer una isla abandonada mientras vivimos en primera persona un relato literario.
Mensajes en una botella
Tal vez su condición de relato audiovisual con mucho de estético y poco de jugable e interactivo lo aleje del gran público, pero tras completar nuestro particular viaje por una de las desoladas islas Hébridas de las costas escocesas, solo podemos recomendaros que dejéis a un lado vuestros prejuicios y os embarquéis en este fascinante viaje.
Un periplo a pie que dará inicio sin artificios de ningún tipo, plantándonos frente a las puertas de un desvencijado faro, con la voz en off de un varón leyendo las cartas que ha escrito a su "querida Esther", pero sin darnos ninguna indicación de hacia dónde debemos ir o qué diablos hacemos en esa isla. Camina, simplemente camina.
Y eso es lo que haremos durante el poco más de hora y media que puede durarnos este relato –repetimos que no podemos definirlo como un videojuego propiamente dicho-. Un viaje plagado de intriga, de mucho misticismo, de caminos sin salida, de vistas panorámicas increíblemente hermosas y de lúgubres cavernas que harán encoger nuestro corazón. Sobre todo al escuchar a nuestro narrador contando su historia y la de los habitantes de la isla al alcanzar puntos clave del escenario.
Un relato tan misterioso como abierto a la libre interpretación de los usuarios, que podrán ampliar los conocimientos sobre este entorno explorando a conciencia cada palmo de terreno –las pistas de audio saltan al llegar a zonas concretas-. Y no solo eso, ya que también el propio escenario será un protagonista más con los resquicios del pasado, los símbolos grabados en la arena y rocas, las intrigantes pintadas sobre los acantilados, o inquietantes objetos y herramientas que nos harán cuestionarnos muchísimas cosas.
Todo esto sin que el programa nos diga directamente qué ha pasado ni qué va a ocurrir. Y tal vez sea esta sensación de desamparo la que ha hecho que nuestro viaje por Dear Esther haya sido tan gratificante. Ciertamente habría estado genial que el título presentara diversos desafíos jugables que nos hicieran sentir verdaderamente partícipes de lo que ocurre a nuestro alrededor, pero aun careciendo por completo de cualquier acción que por norma define a un juego, el paseo por la isla ha sido una experiencia muy placentera.
A esto ayuda mucho el genial apartado audiovisual de esta obra. Y no solo nos referimos a los enigmáticos fragmentos leídos por el narrador –actualmente en inglés, pero en breve se actualizarán los textos en castellano-, que nos cautivará con la viveza con la que describe su mundo, sino también a la maravillosa banda sonora compuesta por Jessica Curry, que nos ha deleitado con unas piezas musicales preciosas que sonarán en los momentos justos para dar mayor espectacularidad al momento vivido.
También los efectos sonoros están a un nivel sobresaliente, con un incesante viento que se filtrara entre los acantilados o las cuevas creando fantasmagóricos chillidos que llegarán incluso a ponernos los pelos de punta. Y en este punto debemos rendirnos ante el brillante trabajo realizado a nivel gráfico, ya que a pesar de estar ante un juego construido con unas herramientas con casi de diez años de antigüedad –el motor Source-, Dear Esther ofrece un acabado estético digno de los juegos más espectaculares del momento; y eso es un logro verdaderamente sorprendente.
Ya sea en la superficie de la playa, recorriendo laderas repletas de vegetación, en lo alto de los acantilados o en el interior de la tierra, Dear Esther es un título que atrapa visualmente hablando. Y es tal el efecto estético obtenido en conjunción con la música y el sonido, que resulta inevitable no quedar sorprendido. Todo esto adaptado de tal modo que el título puede funcionar con todos sus parámetros gráficos al máximo en una gran variedad de equipos, incluyendo los de gama medio-baja.
Por cosas como esta os recomendamos encarecidamente que os adentréis en el lúgubre mundo de Dear Esther. Lógicamente no podemos valorarlo como un videojuego al uso porque entonces deberíamos suspenderlo al no plantear un reto jugable mínimamente decente; pero sí podemos contemplarlo como lo que es: una nueva forma de contar relatos literarios haciendo partícipe al usuario, aunque sea de forma leve, recorriendo junto al narrador uno de los escenarios virtuales más enigmáticos y bellos que hemos visto en los últimos años. Y visto así, Dear Esther es un título imprescindible.
Es difícil definirlo como un buen videojuego y sin embargo Dear Esther consigue que quieras jugarlo más y más. Una nueva muestra de que a veces, cuando se arriesga, se pueden crear experiencias de ocio genuinamente únicas y muy especiales. En definitiva, estamos ante un magnífico relato audiovisual que no deberíais perderos.