En el competitivo mundo de las consolas, donde el hardware está mucho más constreñido que en el PC, el debate sobre cuál es la mejor, y especialmente cuál es la más potente, ha aquejado a Xbox Series X y PS5. Es evidente que el hardware de Microsoft se destaca sobre el resto, en términos de potencia bruta, con una GPU de 12 teraflops y un ancho de banda de memoria de hasta 560 GB/s. Sin embargo, a pesar de estas especificaciones superiores sobre el papel, algunos juegos multiplataforma muestran un rendimiento algo superior en la PlayStation 5 de Sony. ¿Cuál es el secreto detrás de esta aparente paridad en la práctica? Digital Foundry arroja luz sobre algunos, pero no todos, los detalles.
Primero, hay que tener en cuenta algo que hemos observado, sobre todo en PC: la potencia no es nada si desde el lado del desarrollador no se ha hecho un buen trabajo. Hemos visto juegos funcionar a duras penas en sistemas que triplican las especificaciones recomendadas, e incluso sistemas que superan los requisitos mínimos "ahogarse" con algunos juegos. Un ejemplo reciente es The First Descendant, donde PCs que superan las especificaciones mínimas se han encontrado con un rendimiento inferior incluso a su versión beta, una build que lógicamente consideraríamos menos pulida que la versión actual.
La eficiencia y la optimización es importante en ambas consolas
Tras años de especulaciones y análisis de uno y otro lado, Digital Foundry finalmente ha arrojado luz sobre este fenómeno en la edición de esta semana del conocido podcast DF Direct Weekly. A través de conversaciones con desarrolladores de renombre y el estudio de las especificaciones técnicas, los británicos han identificado varias razones clave que explican estas diferencias en el rendimiento.
Según las fuentes consultadas por el medio, una de las explicaciones radica en la eficiencia del compilador de la GPU de PlayStation. Aunque ambas usan una APU de AMD con RDNA 2 (aunque la PS5 ha sido considerada RDNA 1.5), se ha destacado que el compilador gráfico de Sony es considerablemente más eficiente que su contraparte en Xbox, lo que permite una mejor utilización del hardware gráfico disponible en la PS5. Además, el acceso a una API proporcionada por Sony también ofrece ventajas significativas a los desarrolladores, permitiéndoles exprimir más el hardware.
Otra diferencia notable es la velocidad de la GPU en la PS5. Aunque tiene menos unidades de cómputo que la Xbox Series X (36 frente a 52 de la consola de Microsoft), la GPU de la PS5 funciona a velocidades de reloj más altas (2 GHz frente a los 1,825 GHz de Xbox), lo que facilita la ejecución más rápida de ciertas tareas y se adapta mejor a ciertos diseños de motores gráficos. Esta estrategia ha demostrado ser efectiva en la optimización del rendimiento en juegos específicos, aunque en motores más dependientes ha quedado algo más lastrado debido al conjunto.
¿Eso implica que el diseño de Xbox Series X es "malo"? Nada de eso. La competencia entre consolas no se limita únicamente a las especificaciones de hardware, sino a cómo la arquitectura del mismo está interconectada y funciona, valiéndose de sus fortalezas y debilidades. En el caso del equipo estadounidense, Xbox Series cuenta con una posibilidad adicional, ya que Microsoft ha estandarizado DirectX 12, lo que facilita el desarrollo entre PC y esta consola.
El análisis completo y más detalles sobre este tema están disponibles en DF Direct Weekly #169, que también incluye impresiones sobre nuevos parches y desarrollos tecnológicos en la industria de los videojuegos. Con esto en mente, la próxima generación de consolas promete seguir siendo un terreno fértil para la innovación y la competencia entre Xbox y PlayStation. ¿Qué nos deparará el futuro con la posible llegada de PlayStation 5 Pro y una nueva Xbox Series? Solo queda esperar.
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